Capítulo - Gran castillo
Sarah despertó lentamente, con el suave resplandor de la mañana entrando por la ventana. A su lado, Karla aún dormía plácidamente, su rostro relajado en la almohada, iluminado por la luz cálida del amanecer. Sarah no pudo evitar sonreír al verla, disfrutando del momento en el que todo parecía tranquilo y perfecto. No podía dejar de admirar lo que tenía frente a ella. Sin hacer ruido, se acercó a Karla y comenzó a darle suaves besos en la mejilla, en el cuello, y finalmente en los labios.
Karla despertó entre sonrisas, abriendo los ojos lentamente. Al ver a Sarah, no pudo evitar soltar una pequeña risa.
—No es normal que despiertes así de hermosa... —dijo Karla, con una sonrisa perezosa y llena de cariño, aún con la voz adormilada.
Sarah rió suavemente, sintiendo que su corazón latía más rápido por las palabras de Karla.
—Creo que es solo el efecto de la compañía, —respondió Sarah, tomándole la mano y dándole un beso en la palma, mientras se acomodaba junto a ella.
Karla se estiró un poco, acomodándose en el sillón, y cuando volvió a mirar a Sarah, algo en sus ojos reflejaba una mezcla de gratitud y cariño. Era como si, en esos momentos, nada más importara; solo ellas dos, en esa pequeña burbuja de felicidad que habían creado en la cabaña.
—¿Sabes? —dijo Karla, rompiendo el silencio, mientras acariciaba el cabello de Sarah—, hay algo mágico en este lugar. No es solo el paisaje, ni la calma... es que aquí, todo parece encajar. Como si estuviéramos justo donde debíamos estar.
Sarah la miró, sorprendida por la profundidad de sus palabras, y asintió. Quizás había algo más que solo un paisaje bonito. Quizás era la sensación de estar juntas, lejos del ajetreo de la vida diaria, que hacía que todo fuera tan perfecto.
—Es cierto —respondió Sarah, abrazándola suavemente—. Aquí, en este momento, todo tiene sentido.
Ambas se quedaron en silencio por un rato, disfrutando de la compañía mutua, escuchando el crepitar de la fogata que aún seguía viva en la chimenea. El aire fresco de la mañana, mezclado con la calidez de la cabaña, las envolvía en un abrazo invisible.
Después de unos minutos, Sarah rompió el silencio nuevamente.
—¿Qué te parece si exploramos el área un poco más antes de regresar? —sugirió. —Sé que todos nos estarán esperando, pero aún tenemos tiempo para disfrutar del paisaje.
Karla sonrió, feliz de compartir ese momento con Sarah.
—Me parece perfecto. Y tal vez podamos encontrar algún rincón especial solo para nosotras dos.
Con esa promesa en mente, se levantaron del sillón y se prepararon para salir a explorar los alrededores. Mientras lo hacían, el día comenzaba a desplegarse con un brillo suave, el sol brillando sobre el agua del lago, y el viento fresco acariciando sus rostros. Fue un inicio de día tan perfecto como el anterior, lleno de promesas y momentos compartidos, en un lugar que siempre quedaría en sus recuerdos.
Sarah despertó lentamente, con el suave resplandor de la mañana entrando por la ventana. A su lado, Karla aún dormía plácidamente, su rostro relajado en la almohada, iluminado por la luz cálida del amanecer. Sarah no pudo evitar sonreír al verla, disfrutando del momento en el que todo parecía tranquilo y perfecto. No podía dejar de admirar lo que tenía frente a ella. Sin hacer ruido, se acercó a Karla y comenzó a darle suaves besos en la mejilla, en el cuello, y finalmente en los labios.
Karla despertó entre sonrisas, abriendo los ojos lentamente. Al ver a Sarah, no pudo evitar soltar una pequeña risa.
—No es normal que despiertes así de hermosa... —dijo Karla, con una sonrisa perezosa y llena de cariño, aún con la voz adormilada.
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El baile de las almas perdidas
RomanceEn un mundo donde el éxito profesional parece ocuparlo todo, Sarah y Karla, dos mujeres apasionadas y brillantes, se reencuentran por casualidad tras años de distancia. Sarah, una microbióloga de porte elegante, y Karla, una profesora que ahora tamb...