Una importante decisión

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La expectativa de no pasar el siguiente verano con sus abuelos llenó de tristeza a Aliccie, ya era bastante difícil haberse hecho a la idea de que estos no vivían más en Pasadena y que la única comunicación que tenía con ellos, era por vía telefónica, o por correo, ahora que ella sabía leer y escribir.

Desde el momento en que sus familiares anunciaran su retorno al viejo continente, se había propuesto aprender a leer, ya que su abuelo no estaría más para contarle esos cuentos que a ella le encantaban. Tanto insistió en el asunto, que sus abuelos se dieron a la tarea de enseñarle. De ese modo, el día que sus abuelos y el resto de su familia, incluida su hermana se subieron al avión, ella estaba preparada para leer por su cuenta el maravilloso libro, regalo de cumpleaños y navidad de su hermana mayor.

Sin embargo, aquella habilidad, le había acarreado algunos inconvenientes. Mientras sus compañeritos del jardín de niños se divertían haciendo manualidades sencillas, aprendiendo canciones de una sola estrofa y jugando con los juguetes del salón de clases, Aliccie se aburría terriblemente. Consideraba que sus amiguitos eran unos tontos y la maestra otro tanto. ¿Cómo es posible que no se den cuenta de lo tonta que es esta canción? ¿Por qué tengo que recortar como si fuera un bebé? ¿A quién se le puede ocurrir que un oso de felpa pueda ser el esposo de una cerdita y tener a una tortuga como hijo?

De todas maneras, se aguantó todo lo que pudo el aburrimiento hasta que, al comenzar el siguiente año en la guardería, las maestras y directora de la institución determinaron que Aliccie estaba más preparada para iniciar el primer año de la escuela, que perder el tiempo y su habilidad para leer y escribir en un kínder.

De este modo, y aun faltando bastante tiempo para cumplir los seis años, la pequeña niña rubia empezó su vida escolar.

Fue la peor experiencia de su vida. Los otros niños eran mucho más grandes que ella, se burlaban de su exceso de peso y su forma infantil de arrastrar las palabras. No obstante, Aliccie no era precisamente de las que se aguantaban. En varias oportunidades, Cecilia, su mamá, había tenido que concurrir a la escuela para recibir notificaciones acerca de la mala actitud de su hija y las constantes disputas en las que se veía involucrada. Encima, a los otros papás no les hacía ninguna gracia, ver llegar a sus hijitos con un ojo en tinta, una mejilla magullada o una rodilla dolorida a causa de una patada. Lo más increíble era que aquellas personas acusaban al director y a la maestra de los niños, de encubrir al verdadero ó a la verdadera agresora de sus hijos. No era posible que esa niñita regordeta, de mejillas rosadas y de mirada tan dulce, fuera la que dejara a los pequeños brabucones fuera de combate. Parecían no ver el labio hinchado y las múltiples lastimaduras que adornaban la cara de la niñita.

Con todo, Aliccie consiguió hacerse de un grupo de amigas. Solía invitarlas a su casa a jugar, tomar la merienda y hacer las tareas. Le gustaba que sus compañeritas la visitaran aunque, a veces le entristecía que éstas no correspondieran su invitación. Siempre parecían tener alguna excusa para no invitarla. Con el paso de los años, y ya lejos de Pasadena, Aliccie comprendería o creería comprender la razón.

La casa de la familia Zadi-Johnson, estaba ubicada en un hermoso barrio residencial, era una casa no muy grande, pero si, llena de comodidades. Así mismo la casona donde habían vivido sus tíos y abuelos, era en realidad, una hermosa mansión, llena de habitaciones y personal de servicio que se ocupaba desde la cocina, hasta el cuidado de los jardines. Esta se encontraba cerca de la casa de Aliccie, pero en una calle donde todas las residencias eran más o menos iguales.

Por otro lado, el papá de Aliccie tenía un hermoso despacho en un edificio muy elegante en el centro de la ciudad y su mamá era jefa de servicio de pediatría en un sanatorio muy lujoso.

Siete Años en Hogwarts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora