Los de Slytherin

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La primera clase del día siguiente, fue Encantamientos y sirvió para que Aliccie confirmara por fin, su condición de bruja.

El profesor Flitwick, jefe de la casa Ravenclaw, había manifestado a Aliccie, que lamentaba que el sombrero la hubiera enviado a Gryffindor. A ella no le parecía tan lamentable.

El primer hechizo que Flitwick enseñó, fue para elevar objetos pequeños, algo simple para comenzar. El hechizo se realizaba apuntando hacia una pluma blanca que reposaba sobre el banco, agitando suavemente la varita de abajo hacia arriba, invocando las palabras Wingardium Leviosa.

Fue un momento de mucha emoción para los chicos porque se trataba de su primera vez usando su varita. La mayoría no logró mover ni siquiera un ápice la pluma de águila que tenían enfrente, aunque habían experimentado un leve cosquilleo en la punta de los dedos.

Aliccie no había hecho ningún intento de agitar la varita porque sentía verdadero temor de que ésta no le respondiera. Su varita era totalmente rígida y de un hermoso aspecto, pero ella le tenía un poco de miedo. Y eso se debía a que hasta ese momento no había experimentado ninguna señal que le demostrara ser una bruja en realidad, ni siquiera cuando el señor Olivander había puesto la varita de avellano en sus manos. Ni siquiera al cruzar la pared del andén nueve y tres cuartos en Kings Cross, ya en ese momento se encontraba con su abuela y habían pasado juntas. Y eso no era un aliciente. Porque su mamá que era muggle también había cruzado la pared al ir del brazo de su hermana.

Había que reconocer que el profesor de Encantamientos tenía bastante paciencia. Solo dos alumnos de Gryffindor habían conseguido elevar la pluma, tres de Hufflepuff habían provocado su calcinamiento al agitar la varita con brusquedad y la mayoría no pronunciaba bien las palabras mágicas.

Aliccie agitó la varita sin decir una palabra, ensayando el movimiento una vez tras otra, no tenía intenciones de quemar su pluma, ni ser causa de burlas como los chicos que habían tenido ese accidente y de los cuales dos ya iban por la tercera.

Después de asegurarse de que el movimiento era correcto, ensayó decir solo las palabras. Cuando sintió que estaba preparada agitó su varita con su mano izquierda, que era la que usaba habitualmente. Invocó las palabras mágicas y...nada.

Sintió que un escalofrío le recorría la espalda, sus amigas ya habían conseguido hacer el encantamiento y ponían toda su atención en ella.

¿Y si la pluma mágica sí, se había equivocado?

-¡Wingardium leviosa!- repitió nuevamente, ahora todos los alumnos de su casa elevaban sus plumas y ella seguía intentando.

Entonces, el profesor le sugirió que sujetara la varita con la mano derecha, como el resto de los alumnos. Aliccie obedeció y en cuanto tuvo la varita en sus manos, sintió una pequeña descarga eléctrica en sus dedos. No, no era electricidad sino más bien un agradable cosquilleo.

Entonces agitó nuevamente la varita, invocó las palabras mágicas... y la pluma se elevó en el aire reuniéndose con las otras, mientras la clase entera aplaudía a rabiar. No porque la pluma volara más alto que las demás, sino porque Aliccie era la última en lograrlo y ya solo faltaban cinco minutos para la próxima clase.

Por la noche tuvieron su primera clase de Astronomía, la que compartían con el grupo de Slytherin,  que continuaban furiosos con Aliccie y con Valery. El insulto proferido por Thomas Feldom, le había valido cincuenta puntos menos a su casa.

Aliccie le había rogado a su amiga que no le dijera nada a la profesora McGonagall. Que a ella no le importaba, porque estaba acostumbrada a lidiar con idiotas que hacían burla de sus defectos. Pero Valery consideró que el insulto del rubio mal teñido, como le llamaban ahora, iba a hacer eco en otros Slytherins y ella tendría que vivir peleándose con todos, a riesgo de perder puntos en cada clase que les tocara compartir con ellos.

Siete Años en Hogwarts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora