Siete Años en Hogwarts.

Harry Potter, el niño que vivió.

¡Hola diario!

¿Sabes?, Williams fue elegido prefecto y ha recibido su insignia. Está muy contento ya que dudaba que le dieran el cargo después del incidente con los gemelos Weasley, en los baños el año pasado.
Ya tengo todo preparado para el colegio aunque no estoy muy convencida de volver.

Papá dice que si decido abandonar la magia y regresar a St Alban' College él no tendría ningún inconveniente en anotarme nuevamente. Por supuesto, nadie apoyó su idea. Y yo menos que menos. Jamás volvería a poner un pie en ese  colegio, aunque fuera el último recinto escolar en todo el Reino Unido.

Te dejo porque estoy cuidando a Juliette. Ahora que su hermanito está al nacer solo acepta mis cuidados. Realmente no sé qué pasará cuando el bebé ya esté aquí. ¡Pobre!
Por suerte yo soy la menor y nunca sabré lo que es sentir celos de otro hermanito.

El andén nueve y tres cuartos estaba más alborotado que nunca.

Una gran cantidad de chiquillos de aproximadamente once años repletaban los vagones, y las voces de los padres ansiosos se hacían oír como nunca.

-¡Es por aquí, Justin! - se escuchaba a una mujer, demasiado grande para ser la madre del chiquillo a quién llamaba.

-Ve al vagón de los de Slytherin, Millicent querida-decía otra mujer robusta, tan robusta como la pequeña con trenzas que puchereaba por no poder viajar en un compartimento privado-¡No te mezcles con los hijos de muggles!

El comentario sirvió para que Aliccie, acompañada esta vez por su abuela y su prima Angelie, comprendiera que esa mujer era una verdadera bruja, en el sentido muggle de la palabra.

-¡Mira que tan pequeña y enseñándole a ser elitista!-protestó su abuela, quién había sido una Slytherin en su época de estudiante y sin embargo, había hecho amistad con chicas de Ravenclaw, con algunas de las cuales, aún mantenía contacto.

-Tú tendrás que esperar otro año-decía una mujer regordeta a una niñita de cabello rojo y pecas-Solo debes tener paciencia.

Era la primera vez en cuatro años que Aliccie llegaba a Kings Cross con retraso. Su sobrina segunda, Paula, había nacido el día anterior y ella no pensaba marcharse a Hogwarts sin conocerla antes. Así que su abuela la había llevado a San Mungo muy temprano y había permanecido con toda la familia en el hospital mágico, cargando a la pequeña bebé en sus brazos, hasta que su prima le recordó que debía abordar un tren.

-Hasta diciembre-dijo, despidiéndose de todos y abandonó el hospital muy feliz. El hecho de que no hubieran nacido más Squibs era un alivio para la familia, aunque nadie lo dijera en voz alta.

El tráfico estaba más atestado que de costumbre y Aliccie angustiada, creía que aquella vez no podría viajar en el tren junto a sus amigos. La idea de esperar hasta la noche para tomar el autobús noctámbulo, no le hacía ninguna gracia. Afortunadamente faltaban algunos minutos para la partida del tren cuando hizo su aparición en el andén mágico.

-¡Ey Aliccie, por aquí!-escuchó la inconfundible voz de Williams desde una de las ventanillas del tren. Los amigos, impacientes al no haberla visto estaban al pendiente de su llegada. Aliccie entonces se acercó para subir al tren por la puerta próxima al compartimento, pero esta se encontraba obstruida por los gemelos Weasley, que ayudaban a un niño, delgadito y vestido con ropa varios talles más grandes, a subir su baúl al tren.

-Espera un segundo, preciosa-le dijo Fred, con quién tenía más afinidad-Acomodo el equipaje de este pequeño y te ayudo a subir tu baúl.

Aliccie observó al chiquillo y llamó su atención porque aparentemente estaba solo. No había ninguna persona adulta junto a él y pensó que tal vez era hijo de muggles que no habían podido cruzar el andén o tal vez se trataba de un niño criado en un orfanato. Porque Hogwarts a pesar de ser un colegio costoso otorgaba becas a los niños humildes nacidos con poderes mágicos. Ningún niño mago debía quedarse sin la posibilidad de aprender a usar y controlar sus poderes, aunque no tuviera recursos.