La poción Matalobos.

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Querido diario:

Ha sido muy reconfortante poder hablar con las chicas y contarles lo que Roger intentó hacer conmigo.

Por un momento creí y hasta tuve miedo de que Mary se molestara y se volviera contra mí, acusándome de haberle coqueteado y de ser la causante de su atrevimiento., pero no fue así. Ambas se conmovieron y hasta se enfurecieron al extremo de exigirme que escribiera de inmediato a Jeremy, para que él se encargara de ponerlo en su lugar. Por suerte logré persuadirlas de que no era el momento, y les prometí que en cuanto regrese a Londres, lo pondré en evidencia para que mi cuñado le dé su merecido.

También llegue algo más lejos y me atreví a confesarles la horrible experiencia del colegio St. Alban. No podía creer que por segunda vez en el mismo día, estuviera relatando cada detalle de todo lo que viví, y nuevamente, no pude evitar sentir como si mis piernas fueran de gelatina. Pero estuvo bien. Me sentí aún mejor que después de haber hablado con el profesor Lupin.

Aun cuando Val, Mary y yo no podíamos dejar de llorar, fue hermoso lo que sucedió. Me sentí tan apoyada por mis dos queridas amigas, que aún no puedo creer que dejé pasar tantos años creyendo que alguien podría llegar a acusarme de ser la culpable de todo.

Ahora me siento mucho mejor. Aun sabiendo que debo resignarme a pasar sola el resto de mi vida adulta. No me importa en verdad. Me conformo con vivir tranquila de ahora en más, sabiendo que llegado el momento podré enfrentarme a quien sea, sin que el miedo me haga paralizar nuevamente.


Aliccie había recorrido tantas veces ese camino, que podría andar con los ojos cerrados sin temor a tropezar ni chocar contra ninguno de los árboles que circundaban el lago negro.

El clima era cálido, lo que implicaba que el verano estaba cerca. Y los muchos estudiantes que paseaban por allí, iban sin sus capas e incluso algunos no llevaban suéter.

El árbol que ella y sus amigos solían usar en sus primeros años, como refugio y asiento, que era el más cercano al lago, ahora era ocupado por la misma parea de siempre.

Los había visto tan de cerca, que conocía sus facciones de memoria. La muchacha, bonita, de voz dulce y amorosa, apoyaba su espalda contra el haya, mientras su compañero, de rasgos fuertes y algo toscos, recostado en su regazo, miraba fijamente al alto de la copa del árbol, mientras la escuchaba leer en voz alta, el párrafo del libro de Romeo y Julieta que sostenía entre manos.

"¿Ya te has ido, amado, esposo, amante?

De ti he de saber cada hora del día,

pues hay tantos días en cada minuto...

¡Ah, haciendo estas cuentas seré muy mayor

cuando vea a Romeo!"

Conocía ese verso, como cada uno de los que componía aquel libro que había aprendido de memoria.

Comprendía el último diálogo de los Amantes de Verona, ya que después, Montesco debía partir al exilio tras la muerte de Tebaldo, el primo de Julieta.

A Aliccie le producía una tristeza incomprensible, sabiendo que después de ese encuentro nunca más volverían a verse. No con vida

— ¿Crees que volveremos a vernos? dice Julieta. Sin duda, y recordaremos todas nuestras penas en gratos coloquios de años venideros, responde Romeo"—leía la joven, cuyo largo cabello rojo caía sobre uno de sus hombros, atado con una cinta de raso.

Siete Años en Hogwarts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora