Amigos y enemigos

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—¿Cómo adivinaste?—preguntó Cedric, mientras se calzaba el anillo y comprobaba que le ajustaba a la perfección.

—No fue adivinanza—respondió Aliccie— ¿Olvidas que tienes un familiar cercano en la escuela?

Cedric intentaba mostrarse indiferente. Hacía tiempo que comprendía que entre Aliccie y Roger Davies no había nada. Pero le ganaba el orgullo, y no había vuelto a hablarle ni a mirarla hasta ese momento. Además, la escena del beso entre la muchacha y el maldito Ravenclaw, era una película de horror que no podía sacar de su cabeza.

Pero ahora no le había quedado más remedio que enfrentarla, porque Aliccie se había tomado el trabajo de llegar hasta los barriles de la entrada de la casa Hufflepuff, y había esperado pacientemente hasta que él saliera para ir a comer

—-Muchas gracias. Pero no puedo aceptarlo— dijo finalmente, quitándose el anillo de oro y ónix, que representaba los colores de su casa—.No sería correcto.

Intentaba no mirarla de frente, porque ese día, que era domingo, Aliccie se veía especialmente bonita. Vestía con una blusa blanca de mangas largas y una falda negra que le llegaba a medio muslo; pero debajo llevaba una calza corta, de ciclista,  que evitaba que mostrara su ropa interior. No era la única chica en vestir de ese modo, ya que era una moda adoptada por la mayoría de las chicas muggles que asistían a la escuela. Y cuando no tenía obligación de llevar el uniforme, Aliccie, quién se sentía más eso que una bruja, prefería vestirse de aquel modo. También llevaba el cabello recogido con dos hebillas, que dejaban ver sus orejas adornadas con un par de argollas de oro, que reemplazaban definitivamente a las diminutas esferas que había llevado desde su nacimiento; y de su cuello, estrategicamente, colgaba la cadenita de oro con el dije de corazón, que Cedric le había dado el año anterior.

—Es un regalo de cumpleaños atrasado, y espero que no me harás la grosería de rechazarlo—amenazó Aliccie,  sosteniendo el colgante entre sus dedos pulgar e índice—. Si no lo aceptas, te regresaré  el tuyo.

—Touchè —pensó Cedric. Nada le ocasionaría más dolor que eso. Porque era la primera vez que la veía con su regalo colgado del cuello, destacando el escote que el primer botón desabrochado de su blusa dejaba vislumbrar.

—¿No te parece que te estás comportando como un niño?—inquirió Aliccie—¡Yo no te he hecho nada, para que estés enojado conmigo!

—¿Y en verdad te importa tanto, que yo te hable o deje de hablar?— Rebatió Cedric, dejando completamente de lado su actitud indiferente.

—¡Por supuesto que me importa!— le espetó Aliccie—. Me caes bien. Y me molesta que te hayas enojado, por algo que no tiene importancia, y que por lo demás no es de tu incumbencia.

Aliccie se arrepintió en el acto de haber pronunciado esa frase, porque le dio pie al chico, para decir algo que a ella no le interesaba escuchar.

—¡Si es de mi incumbencia, porque... porque tú me gustas!—confesó, en un hilo de voz. Aunque de inmediato tomó valor y dejó escapar de una vez, todo lo que tenía guardado —¡Y el día de la boda, fui con toda la intención de decírtelo!

Su rostro se iba sonrojando cada vez más. Aun así, prosiguió.

—¡Pero tú, no te movías del lado de tus amigos! ¡Y cuando por fin creí que era el momento de acercarme, comenzaste a charlar con ese imbécil...! ¡ Y no conforme con eso, fueron a recorrer los jardines, se sentaron muy acaramelados y después... permitiste que te besara!

Cedric tomó aliento y bajó la vista al suelo. Había necesitado un gran valor para realizar semejante confesión, y ahora parecía que se iba a desplomar. Aliccie se limitó a sonreír y luego lo obligó a mirarla. Aunque el muchacho no le movía el más mínimo sentimiento, no podía evitar envanecerse ante la idea de gustarle a un niño tan bonito, como lo era Cedric. Sin embargo, creyó que era imprescindible dejar algunas cosas en claro.

Siete Años en Hogwarts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora