Frialdad

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Querido diario:
Estoy feliz, porque Cynthia y Jeremy aceptaron regresar a la casona, al menos hasta que nazca Danielle (o Daniel, depende de si sea niña o niño), así que cuando regrese en navidad, podré estar cerca de mi hermana y su bebé.

Cynthia tiene cinco meses de embarazo ya, y me prometió que cuando esté en St. Alban, podré llevarla al hospital en donde trabaja mamá, pues quiere que le hagan un ultrasonido para averiguar el sexo del bebé.

No estoy muy segura de querer regresar a ese lugar. Nunca más volví allí desde que me dieron de alta luego de la caída por las escaleras. Supongo que algún día tendré que enfrentarme con ese recuerdo, aunque me haga sentir tristeza e incluso nostalgia.
Aún me cuesta creer que Severus es atento conmigo solo por lástima.
Y por supuesto, no se lo puedo permitir.

Me voy al gran comedor; es la hora de la cena y aunque no tengo nada de apetito, intentaré comer aunque sea algo de fruta.

Hasta pronto.

El viento soplaba tan fuerte, que la mayoría de los paraguas se había desprendido de las manos de sus dueños y revoloteaban en el aire como grandes murciélagos.

El cielo era negro y casi no se podía ver a los catorce chicos, enfundados en sus uniformes rojos y amarillos, entrando en el campo bajo una lluvia de aplausos que el viento no permitía escuchar.

Lluvia de aplausos y también de agua que comenzaba a inundar el campo de juego, pese a lo cual las gradas estaban colmadas de chicos que se habían arrimado unos a otros para paliar el frío que el viento llevaba hasta ellos.

Los profesores Snape, McGonagall, Flitwick, Burbage, Babbling, y hasta el mismísimo Dumbledore, se encontraban allí.

Parecía que era de noche y sin embargo, aún no daban las doce del mediodía y el partido estaba en pleno apogeo. Gryffindor aventajaba por cincuenta puntos a Hufflepuff, gracias a la destreza de los gemelos Weasley y Oliver Wood, que aún con la confianza del resto del equipo, se mantenía alerta.

Quien tampoco se veía seguro, era Harry Potter. Sobrevolaba el campo de juego, buscando a la Snitch, mientras que Cedric, en su debut como buscador, lo observaba de cerca al tiempo que revisaba la zona baja del campo, muy cerca de las gradas.

Aliccie, pese a todo, no había podido evitar observarlo en el momento que hizo su entrada y era recibido por sus nuevas admiradoras. Su ex novio, había crecido en estatura y se había vuelto más fornido a causa de los constantes entrenamientos a los que, como capitán del equipo de Hufflepuff, se sometía y sometía a diario a sus compañeros de casa.
También había pasado de ser un niño bonito a un joven extremadamente guapo, aunque eso no había aumentado su ego en absoluto. Seguía siendo el chico humilde que Aliccie había conocido en la heladería de Florean Fortescue y su sonrisa aún denotaba su timidez. Aunque sus admiradoras no dejaran de acosarlo, mientras se disputaban su preferencia.

Así y todo, Aliccie sentía que lo detestaba. Jamás le perdonaría su indiferencia por la muerte de Rose y el ataque sufrido a manos de Donovan. Ese era un rencor que guardaría por siempre en su corazón. O al menos era lo que pensaba, mientras lo veía subido a su Nimbus 2001, demostrando que no se había equivocado al decirle que era magnifico volando en escoba.

Gryffindor estaba confiado del triunfo, pues en su último enfrentamiento dos años atrás, los habían derrotado en solo cinco minutos y pensaban que ahora no tenía por qué ser diferente.

La tribuna de Slytherin miraba el partido con gran interés, deseando por supuesto, el triunfo de los tejones, lo mismo que Ravenclaw.
Tan solo Roger, Padma Patil y Lisa Turpin, apoyaban a los Gryffindor.

Siete Años en Hogwarts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora