La maldición de los Zadi, desenlace.

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Sin concentrarse mucho en sus pasos, Aliccie subió a toda prisa las escaleras que daban a la torre. Por esa razón no vio a la persona que venía en la dirección contraria y chocó de lleno contra ella.

- ¡CUIDADO!- alcanzó a decir Lupin, mientras la aferraba por los codos, evitando así que rodara escaleras abajo.

-Lo siento, profesor- se disculpó Aliccie, consternada-Creo que...venía distraída.

Lejos de regañarla, como alguna vez había hecho Snape, el profesor Lupin se aseguró de que estuviera a salvo y la soltó, notando la incomodidad de la chica al contacto de sus manos.

-Lo siento también. Temí que cayeras por las escaleras.

-No sería la primera vez -dijo Aliccie, mirándolo fijamente y sin ningún sentido. Era la primera vez que estaban tan cerca uno del otro. Y aunque en un principio se sintió incómoda, los ojos de Lupin le dieron una sensación de confianza que solo había sentido con el amargado profesor de Pociones alguna vez-. Quiero decir... debí tener más cuidado y ver por dónde iba.

Lupin sonrió entonces y Aliccie lo secundó.

-Precisamente me estaba acordando de ti y tu amigo Chuck- repuso-. O Charlie, como le llamas tú.

-Charlie es como que le decimos sus amigos y personas de confianza.

-Creí que estarías en Hogsmeade, como el resto de los muchachos.

- Madam Pomfrey sugirió que me quedara, en esta ocasión-respondió Aliccie-. Considera que aún no estoy preparada para estar a la intemperie-

- ¿Por lo de la gripe?- quiso saber Lupin. Aliccie asintió-. En todo caso es bueno que te haya encontrado. Tengo buenas noticias para ti y para tu compañero.

- ¿Acaso llegó lo que estábamos esperando?- inquirió Aliccie, con renovado entusiasmo.

-La lechuza llegó tardíamente el día de hoy-repuso Lupin -. Pero ha traído lo que encargué.

- ¿De qué se trata?

-Es un antiguo libro de registros de la prisión de Transilvania- anunció Lupin-. Y para nuestra buena suerte, contiene una reseña muy importante, acerca de Lecalor Zadinovzky.

- ¿Puedo verlo? - Pidió Aliccie, como si se tratara de una niñita frente a un juguete novedoso -Es decir, ¿sería posible?

- ¡Por supuesto!-repuso Lupin, sonriendo complacido-. Lo tengo en mi despacho. Pero si lo prefieres, lo llevaré a la sala de profesores y lo examinaremos allí. Digo... si no te incomoda que haya otros profesores presentes.

-Por mí no hay inconveniente-respondió Aliccie, sumamente complacida ante la sutileza del agradable de profesor, de no llevarla a un lugar en donde estarían a solas-. Sé que debería esperar el regreso de Charlie, pero lo cierto es que estoy un poco ansiosa por saber si hay un remedio para el mal que ha acosado a mis antepasados. Y aparentemente, seguirá haciéndolo con el resto de la descendencia.

El profesor la miro por una fracción de segundos de una forma extraña, con una enigmática sonrisa en su rostro generalmente de expresión triste y enfermiza y Aliccie supo que tenía buenas noticias para ella. O al menos creía tenerlas.

Lupin le advirtió que lo esperara en la puerta de la sala de profesores mientras iba por el ejemplar a su despacho, subiendo las escaleras uno junto al otro. Por un instante al fin, Aliccie logró sacar de su cabeza al profesor Snape y sus perturbadores recuerdos de la adolescencia.

Tan solo el profesor Flitwick y el señor Babbling se encontraban en la cálida sala de profesores, cuando Aliccie y Lupin ingresaron en ella. Luego de saludar respetuosamente a los profesores, Lupin depósito el enorme volumen que traía bajo el brazo mientras la joven colgaba su abrigo en el perchero.

Siete Años en Hogwarts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora