Capítulo 2.

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Blas miraba preocupado al pequeño Carlos mientras lo empujaba en los columpios, hacía unos días su tío había vuelto a intentar propasarse con él. Carlos que hacía unos minutos se encontraba riendo por la altura a la que llegaba se asustó ante el movimiento tan brusco que Blas hizo para detener el columpio pero se asustó aún más cuando notó que gotas de agua caían por los lagrimales de su amigo. Levantó su rostro para ver el cielo y descubrir la razón del por qué ahora las mejillas de su amigo se encontraban mojadas, pero solo logró ver un día radiante y lleno de alegría.

— No llores — exclamó Carlos que sin pensarlo dos veces se abalanzó a abrazar a su amigo. Este asintió repetidas veces.

Ambos pequeños pasaron el día juntos entre juegos y bromas pero Blas en ningún momento pudo parar de llorar, se sentía mal, sucio y atemorizado. La situación que estaba viviendo podía prestarse a más sentimientos.

Los chicos recostados sobre el césped miraban el cielo que comenzaba tornarse gris.

— Mi abuelo me dijo que las personas lloran no por ser débiles sino porque están cansados de ser fuertes — dijo Carlos mientras acariciaba el cabello de Blas.

— Tengo miedo — susurró —.Sólo eso.

— ¿Tienes miedo a qué ya no sea tu amigo? — preguntó Carlos con una sonrisa.

Blas hubiera deseado que ese fuese el tema que le preocupaba pero en realidad le tenía miedo a su tío Rubén, que le había amenazado con hacerle lo mismo al pequeño Carlos.

— Lo es — mintió Blas sólo para no preocupar a su nuevo amigo.

— No tengas miedo, yo siempre seré tu amigo — respondió Carlos con una sonrisa.

Las lágrimas de Blas pararon por alguna extraña razón, aunque ese no hubiera sido el tema que lo estaba preocupando sabía que ahora tenía en quien confiar.

Blas le había suplicado por horas a Carlos que no lo llevara a su casa aquella de donde había vuelto a escapar.

Carlos por otro lado caminaba tomado de la mano de Blas mientras sus pensamientos se encontraban dando vueltas en que su amigo estaría mejor en su hogar a que en la casa de él con la pareja de su madre.

En un abrir y cerrar de ojos, ambos pequeños ya se encontraban a las afueras de la casa de Blas, esta poseía una gran área verde, una alberca, y sin duda era enorme y preciosa como ninguna otra. Carlos estaba por echar a correr, Blas ni siquiera notó el momento en que el pequeño quitó su pantalón para quedar en bermudas. Antes de que Carlos corriera Blas lo detuvo.

— Prométeme que harás lo que yo te pida de ser necesario — exclamó Blas, en sus dulces ojos azulados se lograba ver miedo.

— Me estás asustando Blas — respondió Carlos.

— Sólo prométemelo — soltó el mayor de los dos en un susurró.

Carlos al ver tal reacción asintió asustado y tomó la mano de Blas nuevamente.

Juntos se embaucaron a entrar a la casa, al parecer no había nadie en esta, eso calmó a Blas por un momento hasta que una mano se posó en su hombro, pero no se trataba de cualquier mano, era la de él. La de Rubén.

— ¿Nuevo amiguito? — cuestionó Rubén con una sonrisa realmente aterradora para Blas, era aquella que siempre hacía cuando dejaba besos húmedos por el cuerpo del pequeño.

¡My Angel! //Blarlos//CANCELADA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora