Capítulo 37.

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Varios años atrás...

Un pequeño se miraba atentamente frente al espejo de su habitación, esta solía encontrarse oscura aún a pesar de que pasaba la mayor parte del tiempo escondido en ella.

Los ojos del pequeño eran tan oscuros como la noche, su nariz un poco afilada, sus labios eran rozados, su cabello parecía estar teñido de un color cobrizo y su tez llegaba al punto de ser pálida, casi como la de un muerto. Susurraba cosas a la oreja de un conejo que tenía abrazado contra su pecho. Vestía con un traje de marinero que su madre había comprado para él días atrás para el cumpleaños de su hermana.

Unos cuantos toques a la puerta de madera fueron más que suficientes para que la piel del pequeño se erizara y que su corazón palpitara con fuerza.

— ¿Puedo pasar? — preguntó una voz dulce.

Él asintió aún después del susto que le había dado la pequeña Ana, su hermana.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó él.

— Mamá me pidió que te llamara, partiremos el pastel.

— Ya voy Ana — susurró el pequeño, aún se encontraba frente al espejo con el conejo en la misma posición.

— Préstame a Bruno — sugirió la pequeña mientras comenzaba a jalarle el conejo al cobrizo.

— No — dijo él mientras se aferraba más al peluche.

— Por favor, tú lo tienes siempre, además los peluches son para niñas.

Eso era tan sólo un estereotipo de las personas que los varones debían jugar con carritos y las niñas con muñecas y peluches.

— ¡No te lo daré! — gritó con desesperación.

Hubiera sido mejor idea para ambos que no discutieran en ese mismo momento, pero nadie se podría haber imaginado que su padre se encontraba tras la puerta a punto de entrar en la habitación.

— ¡Ana! — gritó el pequeño después de arrancarle el peluche de las manos y verla caer.

— ¡Qué Diablos pasa aquí! — gritó el padre de ambos pequeños mientras jalaba a Ana de un brazo para levantarla del piso.

— Yo..., yo.

Murmuró el pequeño pero no sirvió de nada, su padre se tomó el atrevimiento de pegarle en el rostro.

— Más tarde hablaré contigo — amenazó el hombre señalando al pequeño —.Vámonos Ana.

Ana con miedo corrió al lado de su hermano y le tomó del brazo con fuerza.

Sólo ambos niños sabían de las cosas tan horrorosas de las que llegaba a ser capaz aquel hombre.

— ¡No la toques! — dijo el pequeño.

Los ojos de Ana comenzaron a llenarse de lágrimas, se sentía arrepentida, desde que cayó al suelo sabía que todo terminaría mal.

— Más tarde arreglaré asuntos contigo — dijo su padre mientras la sacaba de la habitación.

El miedo invadió por completo a Ana cuando su padre cerró la puerta de la habitación. La alegría que se encontraba en toda la casa no era suficiente para calmar el miedo que recorría a la pequeña por completo. Pero todo empeoró cuando su hermano gritó.

— ¡Me duele! ...

Ana y el pequeño hubieran preferido un millón de veces los golpes, no todo podía ser como lo esperaban.

El pequeño quedaría marcado para toda su vida.


¡My Angel! //Blarlos//CANCELADA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora