Especial.

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Blas.
Su sonrisa estaba por matarme, me llenaba en el alma el hecho de tenerle siquiera a centímetros de mi cuerpo. Pero era como todas las personas a mi al rededor solo necesitaba algo de mí.

Cogí la lata de cerveza que minutos atrás había dejado en mi camerino una de las asistentes de Tony, le di un sorbo y sentí bajar el líquido quemando mí garganta.

Ni siquiera el maldito alcohol lograba hacerme olvidar aquella suavidad de su piel, sus labios, su cabello,y mucho menos sus ojos, esos dulces ojos amielados.

Mi historia con ese chico rubio comenzó hace un par de semanas atrás, me encontraba en mi primera gira como solista por París Francia cuando me crucé en una de sus tomas por accidente.

Stupide mon tir parfait — le miré asustado.

No sabía interpretar del todo la lengua francesa pero con tan solo escuchar <<Stupide>> me di cuenta que se trataba de un insulto.

Stupide mon tir parfait.

Volvió a decir, pero esta vez negué con la cabeza ya que no lograba entender que es lo que decía.

No entiendo — le dije y esa fue la primera vez que le miré a los ojos.

No podía permitirme no odiarlo después de lo que me hizo, el rubio se largo en cuanto pudo a Francia con la excusa de que su hermano necesitaba de mi dinero para salvar su vida.

Prometió que volvería una semana antes de mi concierto de hoy, pero como me lo temía, él me había engañado como todos y solo me había buscado por mi dinero y fama.

Mi cabeza comenzaba a doler, los gritos de los fans ingleses me estaba aturdiendo hasta el punto de volverme loco.
Caminé hasta una de las esquinas de mi camerino y me dejé caer con fuerza al piso, no podía con todo esto. Mi padre tuvo razón desde un inicio, yo no había nacido para esto, debí dedicarme a ser profesor de una universidad como él en Madrid, pero no. Decidí este camino.

Mis ojos comenzaron a cerrarse cuando recordé el dulce y tímido tacto del rubio sobre mi piel.

Carlos o el rubio como yo le digo estaba sobre mi cuerpo dejando rastros del jabón que había en la bañera, sobre mi abdomen.

Gracias — susurró mientras depositaba un beso en mi cuello.

Su agradecimiento me tomó por sorpresa, en realidad no había nada de que agradecerme.
Carlos miró mi cara de desconcierto.

Me refiero a que gracias por haberte interpuesto entre mi cámara y mi tomasusurró contra mis labios y comenzó a acariciar mis brazos con timidez.

Sus labios se habían vuelto en mi adicción por completo, sin contar cada parte de su cuerpo. Le tomé por las piernas y lo saqué de la bañera para ir en dirección a donde se encontraba la cama.

Mis manos recorrían su piel tersa con demasiada lentitud, la verdad es que el cuerpo de Carlos era un arte, como si de una pintura se tratase. Su espalda era recorrida por pequeñas pecas que creaban un camino que finalizaba hasta sus caderas. Sus hombros no eran tan anchos como los míos pero realmente se convirtieron en mi perdición.

¡My Angel! //Blarlos//CANCELADA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora