Capítulo 36.

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Dentro de un cuarto oscuro en algún lugar de la ciudad se encontraba Carlos sentado en una de las esquinas del colchón con sus labios y mejillas más rozadas de lo común. La temperatura apenas y había disminuido unos cuantos grados dando paso a un clima más frío. El rubio cerró sus ojos, sabía que Blas pronto saldría de esa ducha tan merecida a la que a él no le apetecía entrar.

Un cuerpo se hizo presente frente a él, gotas caían por el torso del castaño, provocando que se sintiera con la necesidad de besar cada lugar por donde las gotas pasaban. La sombra se acuclilló con la mirada del rubio siguiéndole, así quedando frente a frente. Los labios de Blas esta vez no se encontraban suaves como de costumbre, estaban secos, partidos y el olor que desprendía no era a vainilla. Carlos se separó intentando no ser brusco, miró a la sombra que tenía frente a él. No era Blas, la persona frente a él cubría su rostro con un ¿pasamontañas?

— ¡Blas! — gritó Carlos tan fuerte como su garganta lo permitió.

— Él. No te salvará pequeño, esta vez serás mío — una sonrisa retorcida salió de los labios del hombre llenando de angustia al menor.

Carlos intentó gatear hasta el otro lado de la cama pero el hombre lo jaló por el pie haciéndole regresar a la orilla donde anteriormente se encontraba sentado. Se subió sobre él para después tomarlo por las muñecas y comenzar con su juego de besos y caricias repugnantes.

— Te has portado muy mal — susurró la voz del hombre en el oído de Carlos.

El hombre comenzó a dejar besos sobre la piel del menor provocando que una sensación de asco y miedo recorriera su cuerpo sin piedad, haciéndole sentir cada vez más sucio y asustado.

— Esta será una noche especial — susurró el hombre cuya sonrisa se encontraba llena excitación.

— ¡No me toques! — gritó Carlos aterrorizado. Su corazón latía cada vez con más fuerza y sus lágrimas ya habían caído hasta sus labios.

— Carlos — lo sacudió el castaño. Blas se encontraba asustado, al despertar vio al menor con la respiración agitada.

— Quita tus sucias manos de mí — gritó Carlos cuando logró abrir los ojos, esos color miel que se encontraban llenos de lágrimas.

Las manos de Blas se dirigieron a los hombros de Carlos con la intensión de tranquilizarlo, cosa que no logró, estaba realmente exaltado.

— No me toques por favor. No quiero siquiera estar cerca de ti — Blas le miró confundido mientras el rubio levantaba cada una de sus cosas del suelo.

— Carlos soy Blas — susurró el castaño.

Carlos se encontraba aturdido y angustiado, no recordaba por el momento la noche que había vivido con el de ojos azules.

El castaño miró preocupado al rubio, parecía que este había entrado en crisis. Cuando quiso detenerlo, ya se había ido dejándolo solo por completo.

El reloj marcaba las cuatro con menos veinte de la madrugada, Carlos había intentado calmar sus nervios antes de entrar a su piso pero no lo había logrado, su pecho aún subía y bajaba con fuerza y rapidez. La luz de una de las lámparas de la sala se encontraba encendida, en el sofá se hallaba Álvaro durmiendo boca arriba con un libro sobre su pecho y David seguramente se encontraba dormido en alguna de las habitaciones.

Carlos estaba por acercarse a acobijar a Álvaro cuando se dio cuenta de que este no se encontraba dormido.

— Álvaro... yo — trató de explicar Carlos nervioso, sabía que el mayor estaría furioso con él.

¡My Angel! //Blarlos//CANCELADA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora