Parte 4

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─¿Podemos platicar?

─Que quieres, Claudia ─Bruno se encontraba desayunando en la cafetería del colegio.

─¿Puedo sentarme? ─él asintió sin ningún inconveniente─. Quería disculparme por lo del otro día.

─Olvidemos lo que sucedió ─dejó la mitad de la hamburguesa y se limpió los dedos con un par de servilletas─. Fue culpa mía por haberme comportado como un estúpido contigo.

─Rechazar a alguien no es fácil.

─Ya no hablemos de eso.

─No será fácil olvidar esto que siento por ti, pero al menos podríamos ser amigos ¿Qué dices?

─Dijiste que no querías migajas.

─No son migajas. Estoy siendo sincera al decírtelo, eres un chico buena onda, muy alegre y la Profa Sarah dice que eres un excelente dibujante.

─Algo así ¿te llevas bien con la Profa?

─Bueno, somos amigas, la Profa Sarah es como una hermana para mí. Fue ella quien me abrió los ojos, me dijo que debía disculparme contigo y pedirte una oportunidad para demostrar que entre tú y yo puede existir una bonita amistad.

─Tenemos suerte de tenerla como Profesora. Y más yo.

─¿Qué quieres con eso?

─Nada ¿quieres comer?

─¿Entonces ya somos amigos?

─Claro, entonces, que quieres comer.

Aquel día Sarah iba a estar ocupada revisando las tareas de los otros grupos así que Bruno no tuvo más remedio que quedarse en casa, tomó sus audífonos y como ya era habitual, escuchaba música romántica., tenía una lista de reproducción para esos día en los que no podía verla.

Realizó los primeros trazos del boceto que le darían forma a esos labios rosa que inundaban su mente. Buscaba la perfección y vida en ese dibujo, quería que fuera lo más realista posible. Media hora después los ojos comenzaban a tomar forma, deslizaba el lápiz con suavidad por esas dos perfectas mejillas, horas más tarde tenía el retrato hablado de su diosa casi terminado.

Abrió el último cajón y tomó un estuche de madera con colores de una marca alemana reconocida. Dibujar ya no resultaba un reto, la cuestión era pintarla, y encontrar los tonos necesarios para volverla completamente real. Suspiro nervioso, el más mínimo error podría echarlo a perder.

Una firme mano toco su hombro, y al voltear se encontró con la mirada seria de su madre.

─¿Qué ocurre? ─dijo quitándose los audífonos de inmediato. Trato de ocultar el dibujo de la mirada de su madre, pero ya era demasiado tarde.

─¿Quién es ella?

─Es una... compañera.

─Es demasiado mayor para ser una chica de tu clase.

─Aún no perfecciono mis dibujos, los retratos no se me dan bien ─desvió la mirada y con torpeza comenzó a guardar los lápices en su lugar.

─¿Por qué no me dices la verdad? a estas alturas no puedo creer que no se te dé bien el dibujar, no tengo que mencionar que el regalo que le hiciste a tu papá, era perfecto.

Los nervios lo estaban traicionando y sus manos comenzaban a sudar. Tenía que mentirle de una u otra forma.

─Es una profesora.

─Y ¿qué haces tú dibujándola? ─alzó una ceja sin pestañear.

─Me pidió de favor que le hiciera un retrato, quiere regalárselo a su novio ─trataba de hablar naturalmente mientras la tensión aumentaba─. Van a cumplir tres años de estar juntos según me comentó.

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora