Parte 56

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Sarah quería saber en qué pensaba. Lo había visto triste toda la mañana incluso durante el desayuno.

Caminaron juntos hasta el establo, el jardín le había parecido muy hermoso, muy al estilo colonial, jarrones llenos de coloridas flores que no había visto en ningún otro lugar. El cielo estaba despejado, y un ligero viento ondeaba en su cabello, era un día perfecto para ellos.

─Nunca he montado a caballo ─dijo avergonzada.

─No es difícil.

─Tengo miedo ¿y si algo sale mal?

─No te preocupes yo guiaré el caballo.

─¿Me dirás lo que sucede? ─preguntó de una vez por todas no podía seguir aguantándose las ganas de saber─. Siento que hoy no eres tú.

─Sucede que tengo una novia muy miedosa.

No tardó en darse cuenta de que tan solo era una broma.

─Este lugar está lleno de recuerdos, quise tanto a mi abuelo. Me dolió perderlo ─pegó su frente a la suya después de un pequeño beso instantáneo en su nariz─. Vamos a pasarla bien ¿te parece?

─Me parece bien.

Bruno desapareció detrás de aquella puerta de madera y regresó con un caballo de pelaje color miel, era una belleza de animal, de ojos negros que parecían perlas brillantes. Uno de los trabajadores de la hacienda lo ayudó a ensillar al equino.

─¿Lista? ─la tomó de la mano y la acercó al noble animal.

Suspiro nerviosa─. Jamás había hecho esto.

─Siempre hay una primera vez ─le guiñó el ojo.

─¿Algún día te cansaras de verme sonrojar?

─Espero que no, nena.

Apoyó el pie en el estribo y con impulso se sentó en la silla, el animal se movió solo un poco. La experiencia era única. Acarició su cuello, su pelaje era muy suave y brillaba a la luz del sol.

─Veo que ya no tienes miedo. Me gusta esa sonrisa.

─Mejor apúrate ─simuló estar seria─. No tenemos mucho tiempo.

─Como usted diga ─se sujetó de la silla y subió. Estaba pegado a ella podía sentir su presencia─. Si no te importa tomaré las riendas.

Descansó su espalda sobre él─. Disfrutare del paseo.

El noble animal avanzó lentamente y mientras lo hacía se escuchaban sus pisadas sobre la tierra. Se adentraron por un camino de tierra húmeda rodeado de extensos árboles. Un lugar donde solo se escuchaban sus voces y el canto de aquellos pajarillos escondidos en las copas de los árboles. Un par de minutos después llegaron por fin al lugar prometido; desde lejos se podía ver a toda esa gente trabajando en aquellas plantaciones, había niños jugando por los alrededores, Sarah dibujó una sonrisa llena de ternura.

─Guao.

─Estos son los cafetales de mi abuelo. Bienvenida.

─Es demasiado grande.

─Es uno de los más grandes de la zona. Cada vez que veníamos aquí me enseñaba cómo quitar los frutos de café, a seleccionarlos e incluso a detectar la maleza entre las ramas.

─¿Hace cuánto que no vienes? ─se recostó sobre él, le gustaba escuchar su respiración, y el sonido de sus latidos.

─Desde que falleció. Yo era solo un niño.

─Perdón, no quería incomodarte ─pensó en lo difícil que había sido afrontar la muerte de un ser querido siendo solo un pequeño.

─Descuida no pasa nada ¿quieres ir?

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora