Faltaban veinte para la una de la madrugada y no había rastro de Bruno. Cuando Cándida dio aviso a los jornaleros estos de inmediato se dividieron en grupos. Sarah no sabía qué hacer en esos momentos. Esteban y Miriam habían llegado con algo más que una simple preocupación, se notaba en su mirada y en sus ojos. El ambiente había cambiado todo estaba demasiado tenso.
─Es mi culpa ─escuchó decir a Lorenzo con el sombrero en las manos. Miriam negó─. Si no le hubiese contado.
─Tarde o temprano mi hijo tenía que saberlo ─Esteban abrazaba a su mujer. Sarah quería decir algo para calmarla, fue allí que comprendió las palabras de Bruno. No puedo decir nada para hacerte sentir mejor.
Todos permanecían sentados a que hubiese noticias de los grupos.
─No quiero perderlo ─aquellas palabras la sorprendieron.
─Miriam, no digas eso ─su esposo la envolvió en sus brazos.
─No quiero que nada le pase.
Sarah lloro en silencio mientras Cándida la reconfortaba. Ella tampoco quería perderlo, quería verlo sano y salvo. Después su tragedia de pequeño había quedado impactada; un niño de tan solo nueve años había perdido las ganas de existir, había intentado quitarse la vida con un cuchillo de cocina. Según las palabras de Cándida, Bruno quería estar con Don Ignacio. Permaneció varios días en terapia intensiva, sus padres buscaron varios donadores para salvar a su hijo, Miriam no dudo en darle lo que necesitaba, pero los doctores no le permitieron ir más allá o su vida también estaría en peligro.
Jamás se había imaginado a un Bruno perder ante la vida. Él lo añoraba como alguien poderoso, con un tremendo corazón, y con mucho amor que ofrecer.
─Cándida no me siento bien ─le dijo mientras estaba con ella en la cocina─. Estábamos bien, y ahora esto.
─No hay que perder la fe.
─Lorenzo dijo que la zona es peligrosa de noche. Hay deslaves y-
─Tomate este té, tranquila, hija ─acarició su cabeza─. No pienses en lo peor.
─No puedo ─se llevó las manos a la frente. Quería calmar su miedo, pero no lo conseguía.
Con las manos se cubrió el rostro y comenzó a llorar.
Todos corrieron hacia el establo contra la lluvia espesa, habían encontrado el caballo, pero no a Bruno, sobre su pelaje había una mancha de sangre que no pertenecía al equino.
─Do- dónde ¿dónde lo encontraron? ─había súplica en las palabras de Miriam.
El animal cojeaba de una pierna.
─Caminaba cerca de los cafetales ─dijo uno de los jornaleros─. Lo siento no hemos encontrado a su hijo. La lluvia y la noche nos impide llegar más lejos.
─Por favor por favor encuéntrenlo.
La mirada de Esteban aquel hombre de sonrisa cordial había desaparecido. En su lugar había un hombre solitario y sin gestos, muerto de preocupación y desesperado.
─Miriam, regresemos.
─¡No! ¿cómo me pides eso? Quiero a Bruno de vuelta.
─También lo quiero de vuelta, pero ¿qué podemos hacer?
─No pienso perderlo. No otra vez, no, no, no ¡NO QUIERO!
Esteban trago saliva parecía estar pensando en que hacer o decirle a su esposa.
─Bien. Buscaremos a nuestro hijo.
Miriam asintió con lágrimas en el rostro.
─Sarah ─la voz de Esteban hizo que se sobresaltara─. Descansa.
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A pesar del tiempo ©
Romance«Si tan solo pudieses verme como algo más que un alumno » «Si supieras lo que haces sentir cada vez que te veo» «Es un hecho estoy enamorado de ti, Profesora» Mientras más pasan los días más crece la atracción por aquella mujer. Bruno jamás imaginó...