Parte 21

1.2K 89 6
                                    

Cuando tomó el teléfono aquella mañana vio los mensajes de felicitaciones de Anna, sus padres y por supuesto, Elena, que se había aparecido hace unos días y no precisamente para platicar.

Se dirigía a su salón de clases cuando a lo lejos vio a Margaret, no olvidaba su silueta. La saludo con beso en la mejilla y ella se colgaba en su cuello.

─Feliz cumpleaños ─dijo con esa sonrisa coqueta.

─Gracias ─se acercó y esta vez le dio un beso sobre comisuras.

─¿Planes para hoy? Podríamos ir a mi departamento.

─Es una oferta tentadora, pero mamá organizó una pequeña comida. Estas invitada.

─¿Seguro que quieres invitarme?

─Claro ¿Por qué no?

─No quiero que piensen que soy tu novia ─la observó levantar una ceja

─Entonces te presentare como mi amiga ─le guiñó el ojo─. Después te enviaré la dirección, tengo algo de prisa, si no llego a tiempo tendré doble falta.

─Espera, tienes algo aquí ─se acercó y beso sus labios, aquel beso duró más de lo habitual─. Listo, ya te puedes ir.

─Nos vemos luego.

En cuanto entró al salón de clases Anna fue la primera en ir a abrazarlo, pero por desgracia Laura, Kenia, Alejandro y Gaspar se quedaron en sus lugares, pero Bruno entendía la situación en la que se encontraban todos, sin darle importancia evito aquellas miradas y sonrió para los demás.

─Me acompañas, tengo que llevar estos libros. Por cierto, tenemos que organizarnos para la investigación.

─Podríamos aprovechar para consultar algunos libros en la biblioteca.

─Será una semana agotadora.

─Pero si nuestro trabajo sale bien, tendremos la nota final asegurada.

─Cambiando de tema ¿qué tiene planeado tu mama? Quiero ir perfecta para la ocasión.

─Ya sabes que mi madre es una derrochadora, así que, esta vez la fiesta será en el jardín. Me ha pedido que use el traje que compraron para mi ─elevó ambas cejas─. Odio esas tonterías de corbatas.

─Pero te ves súper bien, te lo digo yo que soy mujer.

─Vestirme así es ponerme una camisa de fuerza.

─Eres un exagerado.

─Mejor dejemos esos libros, en quince minutos empieza la última clase.

En cuanto dejaron aquellos libros se apresuraron a revisar los estantes, tomaron un par de libros que pensaban les seria de utilidad, tenían toda una semana para entregar el proyecto de investigación, pero para ello debían leer mucho.

Bruno estaba ojeando uno de los libros que tenía en el brazo cuando se encontró con aquella profesora, la saludo con una sonrisa y continúo buscando.

Aquella fragancia perduraba en el ambiente, y de nuevo ella vino a su mente.

A las cinco y cuarto paso por Anna a su casa. Elogio su vestido corto de color crema que dejaba expuesta su espalda, sin duda se veía bellísima.

─¿Vamos a ir a los premios Oscar? Creo que a ti te darán el de mejor vestimenta.

─Tomare eso como un cumplido ─se apoyó en su hombro para acomodarse las zapatillas─. No suelo utilizarlas mucho que digamos.

─Son perfecto para la ocasión, resulta que este es un evento que no podías perderte.

─Gracias, por cierto, tienes mal esa corbata ─se acercó para atarle la corbata de color vino─. Podrías meter la mano en el bolsillo como galán de telenovela.

─¿Para qué?

─Quiero tener la primera foto del cumpleañero.

─Está bien.

Dio unos pasos hacia atrás y metió la mano izquierda en su bolsillo.

─A si estas perfecto. No te muevas ¿podrías sonreír un poco?

─Estas hostigando mucho al cumpleañero.

Después del flash subieron al auto.

─¿Invitaste a Margaret?

─Sí ─apretó el botón del estéreo y Nada de Zoe comenzó a escucharse─. Quiero que estén las personas con las que convivo. Tú, Margaret y mi familia.

─Hable con los chicos en la tarde ¿espero no te moleste? ─Bruno hizo una mueca─. Ellos te mandan felicitaciones.

─Que bueno ─dijo sin importancia sin apartar la mirada de la calle.

─¿Estas molesto?

─No para nada. Esperaba que, bueno no tiene caso hablar de ellos.

─Quisieras volver con ellos.

─No ─pero la verdad era que sí.

─Cambiemos de tema, no quiero estropearte la noche.

─Para nada, como crees.

─¿Cuál sería tu mejor regalo?

─Mi mejor regalo ─vino a su memoria aquella tarjeta que Claudia le había regalado en su momento, sonrió al instante. A pesar de todo era un bonito recuerdo.

─¿De qué te ríes?

─Creo que lo que sea, al final no me importa si es algo caro. Los mejores regalos son esos que tienen algo de uno mismo para esa persona.

─Maldición entonces mi regalo no te gustara.

─¿Qué acabas de decir? Mierda has dicho maldición es la primera vez que te escucho maldecir.

─Y eso que tiene, no soy una princesita, mierda, joder, carajo, maldición estoy encabronada ─Bruno tuvo que desacelerar para no chocar. Se moría de risa.

─No puede ser, Anna la cerebrito de la clase ha dicho su primera palabrota, esto lo tienen que saber los diarios de todo México.

─Ja-ja muy gracioso. Jodete, Bruno Diaz.

─Ok, me jodo ─sonrió─. Por el regalo no te preocupes, no quiero nada estoy bien con saber que estarás conmigo.

─Estás loco, ya te lo compré ─de su bolso tomó un pequeña caja cubierta con un listo rojo aun lado.

─Puedo abrirlo ahora.

─Es tu regalo ─se encogió de hombros.

Buscó un lugar para estacionarse, apago el auto, tomó aquella cajita y con mucha curiosidad por saber que era quitó el listón, lo que había dentro era una caja de colores, pero no cualquiera.

─El otro día encontré unos lápices gastados, sé que son profesiones, así que como no sabía dónde encontrarlos le pregunte a tu papa. Él me mostró unos dibujos tuyos, porque nunca me habías dicho que dibujabas.

Después de tanto tiempo había intentado dibujar, pero era imposible, Bruno creía que tal vez se debía a la falta de práctica, aquel día intentó hacer un boceto de las flores del jardín de su madre, el cual fue un completo desastre.

─Estos son muy caros, Anna. Soy lápices italianos.

─Lo sé.

Tomó el tono rojo, le dio la vuelta, y con la yema de su pulgar palpo la punta. Una precipitada necesidad por dibujar comenzó a cosquillear en sus dedos.

─¿No te gustaron?

─Claro que me gustan es solo que no me esperaba algo así.

─Prométeme que lo usaras me gustaría verte dibujar.

─He perdido la práctica, pero lo intentare.

─Lo que bien se aprende nunca se olvida.

Pero Bruno comenzaba a dudar.

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora