Parte 51

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Cuando Sarah regresó al comedor de aquel restaurant se encontró con Esteban y a Karen en sus brazos, la pequeña dormía tranquilamente.

─Estoy de niñero ─sonrió como si de una broma se tratara─. Descuida mi esposa está en el lobby con Elena.

─¿Elena está aquí?

─Conversando, cosas de mujeres. Gracias por haber venido, imagino lo contento que debe de estar Bruno.

─Sabe que quiero mucho a su hijo.

─Es algo obstinado y terco como su madre, solo quiero lo mejor para él, piensa que lo trato como un niño, pero tan solo quiero que no tropiece.

─Habrá tropiezos, pero él sabrá levantarse, han sido buenos padres.

─¿Tu lo crees?

─Pero por supuesto, si no fuese la persona que es tal vez nunca nos hubiésemos enamorado ─de nuevo su rubor la delató.

─Muchas gracias por estar con él.

─Yo estoy agradecida de que me abra la puerta de su corazón. Esteban esta vez no voy a renunciar a Bruno, sinceramente no puedo y no quiero ─era su corazón el que hablaba, pero sentía que lo debía, lo menos que deseaba era que pensara que tan solo estaba ilusionando a su hijo.

─Quiero que me hagas una promesa.

─La que quiera.

─Quédate con él para siempre.

─Me quedaré con Bruno para siempre. Nada nos va separar.

─Pues bienvenida a la familia.

─Pero si aún no he sido aceptada.

─Mi hijo te ha elegido, lo demás no importa.

─No quiero que haya dificultades en su familia por mi culpa.

─¿Esas dificultades tienen que ver con mi esposa?

─Lo siento no quería decirlo de esa forma.

─Miriam lo entenderá en su momento.

La pequeña se removió mientras bostezaba dejando ver sus encías, abrió sus pequeños ojos eran iguales a los de su madre; negros y brillantes.

─Bruno tenía razón, es preciosa ─Karen era un tierno angelito de piel suave─. Hola bebé ─la pequeña Karen la observaba con atención.

─Espero que algún día nuestra casa se llene de nietos ─Esteban se aclaró la garganta─. Solo digo que me gustaría verlos crecer, correr por todos lados.

─Sería muy pronto para mí. Debo planear tanto con Bruno.

*****

Bruno inspiró fuertemente. La carta parecía una amarga y vacía despedida. No quería pensar en lo peor, tenía que ser fuerte y esperar noticias de Margaret. Se cubrió el rostro mientras lloraba en silencio.

─Regresara ya lo veras ─escuchó decir a su hermana, pero aquellas palabras solo parecían una triste mentira.

─Me voy de aquí ¿podrías decirle a Sarah que me disculpe?

─Yo se lo diré. Perdóname por arruinarte la noche.

Negó en silencio.

─Gracias.

Después de un abrazo se marchó.

Una semana después

Desde muy temprano salió a correr, aquella mañana el sol brillaba con mucha intensidad entre las ramas de los árboles, dio un trago a su botella de agua para después sentarse en una de las bancas, pensaba en Margaret no sabía nada de ella.

─Otros quince minutos ─dijo para sí mismo mientras ajustaba el cronómetro de su reloj.

─Alto ahí. Orden de arresto por sentarse en vía pública.

Bruno arqueo una ceja.

─Arrésteme oficial ─juntó ambas manos─. Hágame suyo.

Sarah no paraba de reír.

─Encantadora sonrisa, oficial ¿ya se lo habían dicho?

─No me convencerá, súbase a la patrulla.

─¿Cuál oficial? Yo no veo ninguna. Es tan despistada que se la han robado.

Sin permiso atacó aquellos labios.

─Es un delito robar besos ─le susurró.

─Soy un delincuente juvenil ─la tomó por la cintura.

─¿Delincuente juvenil?

─Si, nena.

─Adoro tu boca.

─¿Solo mi boca, Oficial?

─Ya deja de llamarme así ¿Cómo te encuentras el día de hoy?

─Bien. Enserio muy bien ─recalcó para no preocuparla. Margaret había elegido y él debía vivir su vida a lado de Sarah.

─¿Tienes planes para hoy en la noche?

─Claro, secuestrarte.

─Y a donde me llevaras.

─Pensaba encerrarte en mi departamento, pero será mejor llevarte a cenar ¿Qué dices?

─Encantada.

Antes de comenzar la junta desayunó con su madre. Una conversación demasiado normal hasta que preguntó por ella.

─Sarah está muy bien.

─Que bueno. Hay algo que quiero saber ¿hasta dónde piensas llegar con ella?

─No comprendo.

─Claro que comprendes. Hijo, quiero lo mejor para ti. Aun eres demasiado joven.

─Mamá, se cómo va a terminar esta conversación, no quiero discutir, por favor.

─Te equivocas, no vamos a discutir, vamos hablar como personas.

Dio un último sorbo a su jugo antes de que el mesero levantara los platos.

─Me gusta Sarah. No es un capricho, no es un gusto. Llegare hasta donde tenga que llegar, aunque te interpongas.

Su madre enarco una ceja.

─Te estas poniendo a la defensiva cuando no hay motivos. No me voy a interponer, solo quiero que pienses bien las cosas. Me gustaría hablar con ella.

─¿Te gustaría hablar con ella?

─Si y quita esa cara. Elena y yo hemos hablado mucho sobre Sarah y tú. Me cuesta aceptar tu relación, pero eres mi hijo y si tu estas bien a su lado no puedo hacer nada.

─¿Enserio?

─Dije que quitaras esa caras, solo digo que me gustaría conocerla un poco.

Me gustaría conocerla un poco la voz de su madre y esas palabras se repetían una y otra vez. Dibujo una sonrisa, tomó la mano de su madre y le dio un beso en la mejilla.

─Me hace feliz escuchar eso, mamá. Ya verás que te agradara.

─Primero quiero conocerla ¿entendido?

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora