Parte 50

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─Escucha Sarah, no te preocupes por mi madre ─tomó su mano y al instante ese rubor apareció en sus mejillas─. ¿Te había dicho que me encanta cuando te sonrojas?

─No lo creo.

─Pues ya lo sabes, me fascinan.

─Cuando lo dices de esa manera pareces un loco enfermizo y pervertido.

─Pues soy el pervertido con más suerte en el mundo.

─Hablador.

─Dilo de nuevo.

─Hablador.

─Una vez más ─esa manera de mover sus labios; sensuales, delicados, pero a la vez tentadores─. ¿Qué?

─¿Acabas de morderte los labios?

─Ves lo que me haces hacer. Ven aquí, nena.

Le dio un beso antes de entrar al restaurant.

Su madre no dejaba de mirarla, pero no era una mirada cualquiera, la estudiaba totalmente de pies a cabeza.

─Estoy orgulloso de ti ─le dijo su padre.

─Y yo ─continuo su madre─. Has dado un gran paso.

─También fue gracias a ustedes.

─Que rápido has crecido. Recuerdo cuando eras solo un bebé, y en un parpadeo, te has vuelto todo un hombre.

─Te pareces a mi ─agregó su padre sonriendo como si de un triunfo se tratara.

─Claro que no, se parece a mí.

─Miriam, que no ves, esos ojos, ese pelo, tiene mis cejas.

─Eso no sirve de nada, mira esa boca encantadora, crees que salió de puro milagro; sin mencionar que su sonrisa vale por mil, por cierto, sus ojos son los míos no te ilusiones querido.

─Ya por favor, no me avergüencen más.

Todo ese buen momento era contagioso. Miraba a su hermana, a su sobrina, su cuñado. Todo era diferente, eran una verdadera familia.

─¿Por qué tan callado? ─su padre apoyó una mano en su hombro.

─Alguien me dijo que tengo una gran familia y no me había dado cuenta.

─Creo saber quién te lo dijo ─su padre fijó su mirada en Sarah.

─¿Quién te lo dijo? ─preguntó su madre con mucha curiosidad.

─Una persona ─respondió sin decirle más.

─Como sea, pasemos al comedor.

Volteo hacia Sarah y sonrió con complicidad.

─¿Qué?

─Nada ¿no puedo verte?

─En qué estarás pensando.

─Solo ruega que no sea algo travieso.

Su hermana carraspeó.

─Después de la comida quiero hablar contigo.

Bruno ya se imaginaba la gran pelea que tendrían.

─Si es por Sarah.

─No. No es de ella de quien quiero hablar. Después de la comida.

─Está bien, pero sin discusiones.

─Es algo serio, no voy a discutir.

─Al menos dame a Karen ─la mirada de su hermana era pasiva, tenía la guardia baja─. Por favor.

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora