Parte 57

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No se habían dirigido la palabra en todo el camino de regreso.

─Lamento lo que dije ─pero Bruno no volteó, seguía jalando las riendas del caballo mientras caminaba.

─No te preocupes.

Sarah quería bajar del caballo y darle un beso para borrar todo lo que había ocurrido.

─No sé lo que me pasó, no quise decir-

─No pasa nada, de verdad.

─Claro que está pasando, no quiero que estemos así. Distanciados.

─Hablaremos cuando lleguemos.

Pero eso no ocurrido, Bruno se encerró en aquella habitación y no volvió a salir. Cándida solo dijo que le diera un momento a solas. Aferró su espalda contra la pared y se dejó caer, envolvió sus rodillas con sus brazos. Un segundo después escuchaba la voz ronca de su jovial amor, estaba furioso, hablaba con alguien por teléfono.

─¡NO TE LO VOY A PERMITIR!

Después de aquellas duras palabras escuchó un golpe y después algo que se rompía, sin importar lo que sucedía no se alejó de aquella puerta.

─¿No ha salido?

Sarah negó con la mirada.

─Alonzo me dijo que lo que sucedió.

─Es mi culpa.

La mirada de aquella mujer era todo un poema que no descifraba.

─Porque dices eso.

─Yo hice que Bruno se molestara.

─Te equivocas, está molesto por que ya se enteró que su madre piensa vender las tierras de su abuelo, y todo este lugar.

─Pero debe de haber algo que se pueda hacer.

─A veces debes perder para ganar.

De pronto la puerta se abrió.

─Estas equivocada Cándida, no pienso perder. Por ningún motivo.

Sarah se puso de pie al ver una pequeña herida en sus nudillos. Era pequeña de un rojo intenso.

─¿Estas bien?

─Sí.

─Les preparare algo de comer ─dijo amablemente aquella mujer. Bruno le dio las gracias.

Ahora era su momento, estaban los dos frente a frente. Ninguno se decía nada, solo se contemplaban. Dibujo media sonrisa y sintió su mano sobre la suya.

─Bruno.

─Te note muy triste mientras llorabas, no me gusto para nada. Solo quería reconfórtate, aunque fuese con mis palabras. Tienes razón, yo nunca podré hacer sentir mejor cada que pienses en tu madre.

─No, no, al contrario-

La silenció colocando su dedo índice en sus labios.

─Algún día tendré que conocer a esa mujer que te lastimo, y al cobarde que te abandonó ─la mirada de Bruno era neutral, y eso le asustada─. No quiero que nadie te haga daño, voy a protegerte como ellos no pudieron hacerlo.

─Tengo miedo de ti ¿podrías por lo menos sonreír?

Sus deseos fueron órdenes acompañado de un beso profundamente silencioso.

─Mi padre no me abandonó ─acarició sus mejillas─. Solo hizo su vida en otro lugar, uno donde yo no tenía entrada.

─No te voy a contradecir, pero pienso que si quieres a alguien simplemente no la dejas en el caos, la llevas contigo.

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora