Aquel día llego puntual como sus padres se lo habían pedido, tenían una junta directiva a las 11:00 de la mañana, se encontraba incomodo aquel traje. Cuando entro a la sala de juntas observo a varias personas incluidas Elena, y por un instante sus miradas se cruzaron, pero no le dio la menor importancia.
─Señores, buenos días ─saludó mientras se sentaba─ Tomen asiento, por favor.
La mesa de juntas era ovalada y grande. Observó más detenidamente a aquellas personas, totalmente desconocidos y por alguna razón Bruno sintió que no pertenecía allí.
─Daremos inicio a esta junta ─su madre ahora tomaba el mando y prestaba atención─. Como algunos saben Bruno es nuestro hijo ─las miradas hacia él fueron instantáneas. Pero Elena por su parte no le quitaba la mirada de encima, se encontraba justo enfrente de ella. Bruno disimuladamente frunció el ceño para que entendiera que no estaba de humores─. Mi esposo y yo, queremos que se integre a la empresa.
─No estoy de acuerdo ─protestó uno de los hombres de traje─. Somos socios, Miriam, entiendo que es tu hijo, pero no estoy de acuerdo, es un joven sin experiencia y esta empresa no es un juguete.
Por debajo de la mesa Bruno apretó los puños.
─Pablo, te recuerdo que los dueños de la empresa somos Miriam y yo ─su padre entraba en acción.
─Me queda claro pero los presentes aquí somos tus socios.
─Apoyo la opinión de Pablo ─dijo una de las mujeres. Se alisó el cabello mientras su mirada llena de desaprobación se posaba en él─. Necesitamos gente con capacidades, con visión.
─Mi hijo tiene capacidad para esto, Carlota.
─Miriam, lo siento, pero no estoy de acuerdo con esta decisión. Hay que someterlo a votación ─su madre la fusilo con la mirada.
─Creo que deben calmarse ─Elena lo miró compasiva, pero Bruno prefirió desviar la mirada─. Pablo, Carlota, como socios nuestro trabajo es ver por los intereses de la empresa y por supuesto, los nuestros. Tomamos las decisiones que se consideran necesarias para no cometer errores. Somos parte fundamental pero no siempre esencial, las decisiones de los dueños no nos competen recordemos que firmamos un contrato antes de invertir capital en la empresa y todos aceptamos. Yo apoyo la decisión de Miriam y Esteban.
─¡Dices eso porque son amigos de muchos años!
─La amistad no entra en esto, Pablo y te recuerdo que bajes la voz que no estamos en un circo ─por primera vez veía a Elena escurecida─. ¿Alguien más tiene algo que decir? ¿Nadie? ¿Carlota?
─No me harán cambiar de opinión, mírenlo ─dijo aquel hombre a los demás─. Es un niño, que experiencia puede tener, no sabe absolutamente nada de este negocio.
─Mi hijo podría entrar como socio ─continuó Pablo.
─Estas equivocado Pablo, esto no es un concurso ─su madre se levantó de la mesa─. Las acciones están hechas y no se cambiarán.
─Entonces tú si puedes meter a tu hijo y nosotros no.
Bruno en silencio movía la cabeza de un lado a otro. No llegaban a una solución y escuchar aquellas tonterías ponía en juicio su paciencia. Se ajustó la corbata, alisó el saco y suspiro.
─Mírenlo, ni siquiera está poniendo atención ─esta vez era Carlota quien lo atacaba─. Está en otro mundo.
Estaba a punto de decirle algo, pero su madre con una señal de su mano le dijo que no.
Mas tarde salieron de aquella sala solo para tomar un refrigerio. No llegaban a ninguna conclusión, Bruno estaba tan molesto que prefirió quedarse en la oficina de su padre.
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A pesar del tiempo ©
Romance«Si tan solo pudieses verme como algo más que un alumno » «Si supieras lo que haces sentir cada vez que te veo» «Es un hecho estoy enamorado de ti, Profesora» Mientras más pasan los días más crece la atracción por aquella mujer. Bruno jamás imaginó...