Las chicas se habían encerrado en su habitación junto con Sarah, Alejandro y Gaspar permanecieron con él afuera, conversaban sobre sus planes a futuro y otras cosas de interés.
─No sabía lo de Margaret, lo siento mucho ─dijo Gaspar.
─Espero que este bien ─Bruno aún mantenía la esperanza.
─Bruno, me da gusto que tú y la profesora estén juntos de nuevo ¿qué opinan tus padres?
─Veras, Alex, mi papá está encantado con ella, mamá ella aún no está del todo segura, pero confió en que todo saldrá bien. No pienso dejar a Sarah. Lo es todo para mí.
─Hemos cambiado todos ─Gaspar se acomodó en el sofá─. Antes no te entendía pensaba que tan solo era un gusto tuyo, y que solo querías a tu profesora para, bueno ya sabes.
─Pues ya ves lo equivocado que estabas. Creo que las chicas se están tardando demasiado.
─Seguramente estarán hablando de ti.
─¿De mí? ─dijo Bruno.
─Ellas querrán saber todo entre ustedes ─Alejandro encogió los hombros.
El BMW X6 de su padre era muy elegante y por supuesto, cómodo. Bastaba con mirar a Sarah, quien dormía con mucha tranquilidad.
─Sarah qué bonito nombre tienes ─dijo en voz baja─. Te amo. Aún no sé cómo te lo diré, pero lo haré. Debes saber que ya eres parte de mí, tienes ese lugar en mi corazón, y allí te quedarás por siempre. Sabes, que bueno que te di aquel beso en el salón de clases, si, lo recuerdo perfectamente, fue impulsivo e inocente, pero tenía que hacerlo.
Condujo por horas y no se detuvo hasta tomar una desviación en el GPS, no olvidaba aquel camino de tierra, árboles y un rotundo silencio. Era como si nada hubiese cambiado desde su última visita. Condujo lentamente mirando los cafetales que rodeaban la zona, a lo lejos se apreciaban a los trabajadores regresar de un arduo día; en sus vacaciones siempre venía a este lugar, ayudaba en la recolección de café o en el riego de las plantas. La vida en la zona era difícil, aunque en ese entonces era un simple niño que le gustaba jugar a las escondidas con los hijos de los jornaleros de su abuelo.
Respiro aquella dulce fragancia en el aire. Limpio y puro. Los recuerdos de aquel día triste volvieron, tenía ganas de llorar, recordar a su abuelo y su ausencia aún le dolían.
Continuo hasta llegar a la reja de metal. Bajo de la camioneta y la abrió. La fortaleza de su abuelo lucía esplendorosa, era un roble que había resistido el paso de los años; pasto en todo su alrededor, la otra salida que daba hacia los cafetales de su abuelo y que esperaba que aun existieran, y por supuesto el establo.
Por inesperado que pareciera una mujer salió a recibirlos. Frunció el ceño molesto, se suponía que nadie podía habitarla.
─Bruno ─dijo aquella mujer sonriéndole─. Eres tú, mi pequeño.
─Se puede saber quién es usted.
─¿No te acuerdas de mí?
─No sé quién sea. Pero merezco una explicación.
─Soy Cándida.
─Yo no conozco ¿Cándida? ¡Eres tú!
─Pero mírate, ya eres todo un hombrecito. No te había visto en años ¿cómo has estado?
─Muy bien, perdóname no te había reconocido.
La mujer asomó la mirada al ver a Sarah quien aún seguía dormida.
─¿Y quién es ella? No es Carla.
─No, no lo es. Es mi novia ─la mujer alzó ambas cejas─. Se llama Sarah.
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A pesar del tiempo ©
Romance«Si tan solo pudieses verme como algo más que un alumno » «Si supieras lo que haces sentir cada vez que te veo» «Es un hecho estoy enamorado de ti, Profesora» Mientras más pasan los días más crece la atracción por aquella mujer. Bruno jamás imaginó...