Parte 61

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Se despertó al escuchar las voces que provenían de la otra habitación. Tan solo se había desmayado. Se frotó los ojos, se levantó de inmediato al no ver a su pequeña. Su instinto se activó.

La puerta se abrió y en un instante Carla entraba.

─Por fin te has despertado ─parecía estar desvelada. Tenía unas ojeras muy grandes.

─¿Dónde está mi hija?

─¿Tu qué? Escucha no sé qué estás diciéndome, pero tienes que venir.

─No ¿Dónde está? Espera ¿Dónde estoy?

La mirada de Carla la desconcertó.

─En donde más, en la hacienda.

─Que estoy haciendo aquí, Carla.

─Escucha no sé qué te ocurre, pero es mejor que vengas. Bruno está en la otra habitación y pregunta por ti.

─¿Bruno? ─estaba totalmente desorientada─. ¿Cómo es posible?

Carla la tomó de la mano y la sacó de la cama.

─No lo hagas esperar ─soltó un llanto en silencio.

─¿Dices que está en la otra habitación?

El corazón se encendía a cada paso, quería verlo con sus propios ojos. Corrió lo más rápido posible.

Quería verlo, besarlo, sentirlo.

Giró la perilla, allí estaban todos; Esteban y Miriam parecían enfermos, Cándida tenía una taza de café en sus manos, Lorenzo permanecía de pie como un guardia. Y sobre la cama, estaba su jovial envuelto en aquellas sabanas de color crema. Tenía un moretón en la frente, pero no dejaba de sonreír.

Se llevó las manos a la boca, no podía creerlo. Tenía tanto que decirle, pero no sabía por dónde comenzar. Las emociones estaban a flor de piel, las lágrimas recorrieron sus mejillas como torrentes vitales. Era Bruno, su Bruno.

─Volviste ─quería escuchar su voz. Sentía que no lo había escuchado en mucho tiempo.

─No puedo ir a ningún lado sin ti.

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora