Parte 7

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Desconocía a aquella esa mujer, bromeaba amigablemente con Claudia como si la conociera de hace tiempo; era la primer vez en años que veía feliz a su mamá.

Claudia le dedicó una sonrisa a Bruno mientras conversaba con ella. Atravesó el jardín hasta llegar a la mesa con sombrilla donde estaban las fieles amigas pues aseguraba que ya lo eran.

─¿Se puede saber de hablan?

─De ti por supuesto, hijo ─parecía que su mamá estaba encantada por el tema.

─Espero no le estés contando cosas vergonzosas.

─Claro que no, siéntate. Claudia es una chica extraordinaria ─Bruno estaba aún más sorprendido por su manera de decirlo.

─No exagere, señora.

─¿Señora? No, tú dime Miriam.

─Está bien, Miriam, estás siendo muy exagerada.

Se admiró por la fluidez con la que se hablaban. Si, su madre era otra persona muy distinta a la de su día a día.

─¿Te quedas a comer?

─No lo sé.

─Vamos, quédate. Bruno, por favor, convéncela.

─¿Por qué no te quedas a comer con nosotros? Siempre tenemos un lugar en la mesa además mi mamá está muy insistente.

─Bien, ustedes esperen aquí yo iré a preparar la comida.

─Pero si aún no ha aceptado.

─Ya se lo pediste, es obvio que se quedara ¿no es así?

─Claro, señora, digo, Miriam. Tu mama es buena onda ─la escucho decir después de verla entrar en la casa─. Me habló muy bien de ti. En verdad gracias por invitarme a tu casa. Justamente hoy no me sentía bien.

─Es sábado, no tengo planes para hoy, y como somos amigos no dude en invitarte ─tomó la jarra de cristal y se sirvió un poco de ese jugo─. ¿A qué se debe que no te sientas bien?

─Veras, me siento mal porque tuve pésimos resultados en el examen y estamos a punto de terminar el ciclo.

─Pero tú eres una cerebrito, la próxima tendrás mucha suerte ─Bruno intentaba darle un poco de ánimos.

─Eso espero ─la vio suspirar, en verdad estaba muy mal─. La universidad a la que quiero ir pide como requisito alumnos con alto rendimiento académico, si logro entrar puedo ganarme una beca y de esa forma no seré una carga para mis padres.

─No te desanimes, Claudia, lo vas a lograr, si hay algo en lo que te pueda ayudar dímelo. Los amigos son para apoyarse ─ella volvió a asentir, pero la cara de tristeza no se la podía quitar.

─Eres el mejor amigo hombre que he tenido. A veces me da vergüenza pedirle ayuda a la profa Sarah. Y es que ella me ha ayudado demasiado.

─Conmigo no sientas así, yo te ayudare con todo gusto ─y lo hacía porque en verdad le nacía, pero también porque sabía que Sarah se lo pediría.

Más tarde entraron y comieron muy a gusto en compañía de su padre quien no paraba de contar historias de cuando él era pequeño, Bruno no tuvo más remedio que reírse de los vergonzosos momentos de su vida.

─Por favor, ya no más señor ─Claudia no paraba de reír.

─Yo no tengo la culpa de que ese jovencito se hiciera en los pantalones. Hubieses visto la cara de las niñeras de la guardería.

─Papá, por Dios. Ya.

Después de la comedia que paso en su niñez, todos se sentaron con ella en el sofá de la sala, le mostraban a Claudia un álbum repleto de fotografías. Bruno estaba en el otro sillón contemplando el interés que sus padres sentían por esa chica, y un instante imagino a Sarah en el lugar de Claudia preguntándose si sería posible que sus padres la trataran como un integrante más, pero antes de todo como tomarían sus padres la relación que mantenía con esa mujer y que a su vez era su profesor. Tarde o temprano tenían enterarse.

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora