Parte 52

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La tomó de la mano, besó su nudillos. En toda la noche no le habían quitado la mirada aquellos tipos en el restaurant, y es que de verdad se veía tan pura y bella en ese vestido, pero estaba orgulloso de ser él quien fuera el dueño de su corazón.

Algo de música romántica para ambientar su departamento, la jalo y bailo lentamente en el estrecho pasillo. Ella no dejaba de sonreír tal vez por sus pasos torpes. Besó su hombro, después su cuello. Esa mujer era una delicia, una fresa que no podía dejarle a nadie. Su mirada encantadora, esa boca y ese labial rosa pálido lo incitaron durante toda la noche. Podría devorarla en cualquier momento.

Sin prisa alguna le fue quitando el vestido color salmón que le llegaba a las rodillas. El cierre de la espalda se deslizó sin dificultad y en un instante el vestido se deslizó por su cuerpo hasta caer en el suelo.

Sus ojos se iluminaron al verla tan expuesta. Aquel conjunto de encaje combinaba con el tono de su vestido. Bruno no dejo que se quitara las zapatillas, pues le daba un aire excitante el verla así.

Pensó en lo nerviosa que estaba su novia, no habían estado juntos en mucho tiempo. Levantó su mentón y pego su frente a la suya.

─¿Cómo puedes estar tan tranquilo? Dime...

─No estoy tranquilo... también me siento nervioso. No te había tocado en mucho, mucho tiempo.

─Y... ─la escuchó pasar saliva─. ¿Qué piensas de de mi cuerpo?

─Sigues igual de bella. Por dentro y por fuera. Te haría el amor en cada rincón de mi departamento. Aquella sonrisa era nueva para él. Quería hacerla feliz por toda la vida. Había encontrado un porqué para entregarle todo su corazón─. Me gusta cuando sonríes.

─¿Solo cuando sonrió?

─Cuando sonríes, te sonrojas, lloras, cuando me miras como si fuese todo para ti.

─Es porque lo eres, Bruno.

─¿Quieres sonrojarme?

─Al parecer ya lo hice.

Su rostro estaba ardiendo. Se quedaron en silencio, hasta que ella desabotono su camisa. Botón por botón. después le quitó el cinturón y lo lanzó por los aires. Bruno alzó una ceja divertido. Sus manos tibias se deslizaron por su torso una y otra vez, subían y bajaban. Con un simple movimiento de sus hombros se despojó de su camisa blanca.

*****

Sarah lanzó el cinturón por los aires provocando alzara una ceja y una mirada retadora. Miró su torso desnudo; dos cicatrices plasmadas en su hermosa piel. Recordó aquel beso que se dieron en el hospital. Apretó los labios y deslizó ambas manos por su piel. No era ningún dios apolo, solo un hombre con sentimientos, alguien que cambiaba su mundo todos los días. Alguien que sabía tratarla con mucho cariño y respeto, pero, sobre todo, que le ofrecía mucho amor ¿qué más podía pedirle a la vida?

Con un movimiento se despojó de su camisa; había decidido ir de traje solo porque ella se lo había pedido.

Sonrió y Bruno hizo lo mismo.

Sus manos terminaron por desabrochar su pantalón, lo escuchó liberar un suspiro, estaba nervioso al igual que ella, era tan obvio. Sus pantalones tocaron el suelo, ahora no había diferencias, estaba expuesto. Lo miro de pies a cabeza, bóxer playboy con el estampado del conejito al frente escondiendo su sexo.

─Lindo bóxer.

─Soy un chico malo.

Una ola de calor cubrió todo su cuerpo, humedeció sus labios. Bruno era hermoso, era tan perfecto que no se lo podía creer. Cerró los ojos al sentir aquellas manos deslizarse por su cintura, su piel era demasiado sensible al tacto.

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora