Parte 67

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Mientras regresaba en su caballo reconoció aquel auto a lo lejos, de nuevo ese tipo.

Bajo del caballo y ese hombre salió de su auto. Como siempre en ese traje ejecutivo oscuro.

─Buenos días ─le dijo extendiéndole la mano.

─Buen día ─dijo de mala gana─. Veo que usted no entiende.

─Me preguntaba por qué no quieres vender. He cerrado buenos negocios en otros lugares, pero tú, eres un caso perdido.

─Las tierras eran de mi abuelo, y ahora son mías ─su mirada parecía estudiarlo.

─Creo que además de obstinado eres insensato. Puedes salvar todo esto, pero, no basta con decirlo. La gente no confía en ti.

Bruno lo miró de pies a cabeza.

─Y usted para que las quiere.

─A diferencia de ti, yo puedo hacer mucho. Se lo que estas tierras necesitan ¿Sabes cuánta gente está sin un plato de comida? Yo sí. Son trescientas doce personas, eso sin contar a los niños ─Bruno frunció ligeramente el ceño─. Hablamos de dinero, de tiempo, y esfuerzo. Dinero para comprar todo lo que necesitas, tiempo para cultivar y el esfuerzo de toda esa gente. Yo puedo hacer más que tú.

─No me vengas a decir que no puedo.

─Es mejor que te lo diga yo y bajes de tus nubes ─comenzó andar sobre el camino que conducía a las rejillas─. Me parece un lugar acogedor. En el pueblo se habla muy bien del señor Ignacio.

─Mi abuelo era un gran hombre. Después de su muerte muchas cosas cambiaron.

─Debió doler.

─Aun duele. Es por eso que no puedo vender, entiéndelo, por favor ─aquel hombre lo observó, su mirada era siempre serena, desconocía quién rayos era─. Todo esto que ve, es parte de mí. Si lo dejo ir, es como borrar algo de mi existencia.

De nuevo su mirada se posó en la suya. Ojos negros tan profundos que escondían algo.

─Créeme sé a lo que te refieres ─se metió las manos a los bolsillos─. Cuando pierdes una parte de ti, todo el mundo se te viene abajo. La vida cambia, no sabes si para bien o para mal. Y un día te das cuenta de que ya no volverás a ser el de antes. Puedes salvar tus tierras, pero necesitas de mucho dinero, tienes que tener el conocimiento de la tierra, una planta de café necesita de muchos cuidados, y toma tiempo producir un grano de calidad. Ahora imagina cuánto necesitas para tus hectáreas.

─Demasiado. Pero estoy a punto de lograr algo grande. No sabía que eran muchas las personas que hoy no tienen para comer, y que sus hijos, están padeciendo al igual que ellos. Eso me hace sentir mal ─el pecho le dolía, era una emoción nueva que deseaba disipar─. Quiero hacer esto por ellos.

─Soy un comprador potencial, estas arriesgando a muchos.

─Debo intentarlo por mis medios, no es orgullo, pero ya te dije que no puedo vender.

─Mi oferta expiró hace un momento ─dijo mirando su reloj.

─¿Puedo saber su nombre?

─No creo que sea de mucha importancia. Hasta luego, Bruno Diaz.

Después de verlo partir se adentró en la hacienda. Dejó el caballo en el establo, no quería perderse el almuerzo de cándida. Se detuvo un momento, pensó en Sarah, quería verla, besarla, y hacerle el amor.

Esa noche se reunió con Lorenzo, después Anna se les integró. Bruno no podría creer que en verdad necesitaban demasiadas cosas, desde una máquina para tostar grano de café, otra para molerlo e incluso mallas para invernadero que utilizarían para alejar las plagas. Trescientas personas no serían suficiente para todo ese trabajo, por otro lado, tendrían que comprar las plantas de café todo con un costo muy elevado.

─No imagine que fuera tanto ─dijo decepcionado mientras miraba a Anna─. Es casi todo el préstamo de la empresa.

Estaba demasiado preocupado para pensar.

─Hazlo.

─¿Estás segura?

─Si, Bruno. Es ahora o nunca.

─Sabes que esto nos retrasara, podríamos tardar mucho tiempo en formar nuestro negocio.

─Es más importante esa gente que un sueño.

Se despertó varias veces en la madrugada. No podía dormir. Quien sea que fuera ese tipo tenía razón. Necesitaba mucho.

******

Aquella mañana despertó con una gran sonrisa, había soñado con Bruno. Un hombre hermoso y guapo. Con una sonrisa peculiar que la hechizaba y sus besos la hacían volar.

Quería tenerlo en esa cama, despertar a su lado, sentir sus caricias. Que la complaciera solo como él sabe hacerlo. Pensarlo a cada minuto del día ya se había hecho una adicción.

Era sábado y no tenía planes de salir. Todos sus días no tenían sentido sin él a su lado.

Tomó su teléfono y marcó su número, espero los tonos, pero él no respondía. Intentó dos veces más.

Mientras preparaba su propio desayuno recibió la invitación de Esteban para almorzar en su casa, ella aceptó encantada, salir no le haría nada mal.

Al llegar fue bien recibida por Miriam quien le dio un beso en la mejilla mientras adulaba su cabello, la guio hasta el jardín donde se encontraba Esteban conversando con el esposo de Carla, ella estaba en la mesa del jardín con la pequeña en brazos.

─Hola.

─Pensé que no vendrías. Ya que extrañaras al tonto de mi hermano.

─Lo amo, y lo extraño tanto.

─Ven y siéntate ─Carla la miro y le entregó a su pequeña.

Cada vez que la veía tenía la sensación de que no dejaba de crecer. Seguía angelical y pequeña.

─Entonces ¿van a tener uno o no?

─Yo quiero. Pero no sé si-

─Deja tus miedos, mi hermano no te va a dejar, está enamorado de ti, Sarah. Por favor.

─Lo sé, lo que iba a decir es que no sé si sea el momento para planearlo. Tu hermano está muy ocupado y quiero verlo realizado.

─No sé tú, pero yo ya quiero que mi hija tenga una primita.

Sarah sonrió ante aquello.

─Todo a su momento, verdad Karen ─la pequeña bebé la observó.

Minutos después llegó Claudia, intentó acercarse, pero ella siempre la evadía. Seguía enamorada de Bruno, pero su corazón le pertenecía sola a ella.

Después del almuerzo ayudó a Miriam a levantar los platos.

─Veo que tú y Claudia no se llevan. Se porque ─volteó para mirarla─. Un día se le pasará, tiene que dejar ir eso que siente o la seguirá lastimando.

─Era una buena alumna, tengo buenos recuerdos de ella. Quisiera de alguna forma aminorar todo eso que siente y que no puede ser.

─Dale tiempo.

─¿Y si nunca lo olvida?

─Seguirá sufriendo por lo imposible. Mi hijo te ha elegido. Recuérdalo siempre. Bruno dice que tienes una sonrisa encantadora, es cierto.

─Gracias Miriam.

─Si no tienes planes para mañana puedes venir a desayunar con nosotros.

─Claro aquí estaré.

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora