Parte 27

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Se encontraba muy feliz y emocionada, pero algo no estaba del todo bien en su corazón era como si en su interior se desvaneciera un recuerdo. Volteo para mirar a Diego quien conducía con una sonrisa de oreja a oreja.

─¿Estas bien? ─le preguntó y ella asintió─. Me siento como en un sueño Sarah, no puedo creer que seas mi esposa.

─Créelo ─acaricio su mano libre─. Me siento tan feliz al igual que tú.

─Los invitados deben estar molestos.

─Deben comprender que estábamos muy ocupados ─Sarah sonrió.

─Hicimos el amor como locos.

─Me acaba de enviar un mensaje Eva, dice que nos apresuremos. No creí que estaría presente.

─¿Por qué?

─Eva fue tu novia, debe dolerle que ya no estén juntos.

─Créeme Eva es muy fuerte, además quiere lo mejor para mí.

Lo mejor para mi

aquella frase la envió directo a ese recuerdo que había enterrado; aquel joven de sonrisa bella, mirada segura y de buenos sentimientos. Una parte de ella ansiaba verlo y cerrar de una vez por todas ese capítulo.

En ocasiones sentía que traicionaba a Diego al ocultarle lo que había sucedido entre ella y Bruno. Se justificaba diciéndose así misma que no era nada importante, pero ¿por qué aún conservaba esos dibujos? era imposible desprenderse de ellos, cada vez que los miraba su mente se inundaba de aquellos recuerdos.

Cuando llegaron al salón Diego le abrió la puerta y ella tomo su mano.

─Estoy nervioso ─escuchó decir a Diego a la vez que liberaba un suspiro. Ella lo rodeó y lo besó varias veces.

Subieron las escaleras tomados de la mano, en cuando la gente los vio entrar por la puerta principal todos se levantaron y comenzaron los aplausos. Sarah vio algunos de sus amigos y familiares, sus padres por primera vez en muchos años se reunieron sólo para la ocasión, observó a Carla muy elegante en aquel vestido por intuición busco con la mirada a Bruno, pero no lo vio cerca de ella.

Estuvo a punto de llorar cuando su padre la rodeo en sus brazos. Hubiese querido que su madre hiciera lo mismo, pero solo se limitó a sonreír a medias y darle un beso, eso la incómodo nunca había sido una mujer expresiva aun podía sentir sus golpes. Su madre había aceptado su relación con Diego al saber que era un reconocido médico de la ciudad.

─Elegiste bien ─dijo su madre─. Tuviste suerte que ese hombre se fijara en ti.

─No fue suerte ─intervino su padre─. Sarah es una mujer única-

─Vas de nuevo con tus tonterías ─escuchó decir a su madre con su insoportable manera de ser.

─Por favor, no peleen aquí ─intervino Sarah preocupada.

Su padre asintió y se alejó mientras su madre hacía lo mismo. No quería discusiones y menos en su día, quería pasársela bien.

Después de los saludos y felicitaciones por fin se sentaron. Se besaron a la vista de todos, cuando llegó la hora de bailar Sarah no quería que la pista se terminara, aquella melodía de piano era dulcemente perfecta, la pista se fue vaciando hasta que solo quedaron ellos y una pareja más, su corazón se detuvo al ver con atención, no había duda de que era él, guapo como siempre y en su mejor momento. Por su mirada parecía que estaba embelesado con la mujer con la que bailaba ambos la pasaron muy bien, era muy guapa y sumamente atractiva.

Antes de la cenar algunos presentes pasaron al frente para hablar por el micrófono y así regalar unas palabras a los recién casado.

─Así que ya lo sabes Diego, protege, atesora y ama a Sarah porque es un gran ser humano ─escuchó decir a su padre.

─Pensé que ibas a llorar ─dijo Diego abrazándola de nuevo.

─Estuve a punto, mi papá está muy contento.

Mientras permanecían tomados de la mano Sarah vio aquel joven de traje gris caminar hasta tomar el micrófono en sus manos. Paso saliva mientras una especie de nervios apareció cuando su mirada y la suya se conectaron, tenía que admitir que se veía guapísimo el traje estaba hecho a su medida tenía buen gusto. Recordó al bruno de hace un par de años, era muy diferente al que estaba allí de pie.

─Buenas noches a todos ─su voz era encantadora─, soy Bruno Díaz ─Sarah estaba atenta en ese joven. Su voz, su cuerpo. Era todo un joven de sueños─. Quiero agradecerle a la profesora por la invitación, les deseo lo mejor a los dos. Aprovecho también para decir que usted ─sentía que el suelo se movía, esos ojos aún tenían ese efecto, sin embargo, ese Bruno era inalcanzable─, fue una profesora excepcional, aprendí mucho de usted, me enseñó a soñar, a vivir la vida ─su corazón comenzó latir con mucha fuerza, era adrenalina pura─. Alguien por ahí una vez me dijo: La vida es demasiado corta, es un simple suspiro, y no podemos dejar ir nuestra felicidad cuando está en nuestras manos ─quería que se callara que no dijera nada más─. De corazón deseo que seas muy feliz, profesora. Que todo anhelo se haga realidad porque te mereces esto y mucho más ─Sarah tuvo que disimular con una sonrisa, no podía creer que ya la había olvidado así tan rápido pero la situación ya no era la misma, estaba comprometida. Observó una última vez aquella sonrisa sincera mientras dejaba el micrófono.

─Felicidades, profesora ─dijo una vez que se acercó a ellos, Sarah que no sabía que hacer solo acepto su mano al igual que lo hizo diego─. Vine a despedirme.

─¿Te vas tan pronto? ─estaba tan entretenía que no se había percatado de la presencia de aquella mujer. Proyectaba sensualidad con ese vestido, sonreía mientras se acercaba a Bruno. Lo tomo la mano y se aferró a él. Era como si estuviese marcando su territorio.

─Hasta que por fin nos conocemos ─dijo aquella mujer, pero Sarah no la conocía de ningún lugar.

─¿Nos conocemos?

─No precisamente, pero hablamos hace mucho tiempo. Me llamo Elena, un placer.

Sarah es ese momento recordó quién era, fue aquella noche de diciembre cuando ebria le hizo una llamada a Bruno, aquel día no durmió en toda la noche pensando en lo que estaría haciendo esa mujer con él. Y ahora la tenía justo enfrente, aferrándose a Bruno.

─¿Son pareja? ─se atrevió a preguntar con un nudo en el pecho.

─No ─dijo ella, pero Sarah no le quito la mirada a Bruno.

─No estamos saliendo, profesora ─su voz era tan varonil─, Elena y yo solo somos amigos.

Sarah permaneció inmóvil.

─Adiós, profesora. Que le vaya bien de todo corazón.

─Muchas gracias Bruno. Deseo lo mismo para ustedes.

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora