Parte 40

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Sarah no dejaba de morderse las uñas, quería saber con quién estaba hablando. Habían llegado hace media hora a un hotel de prestigio, Bruno pidió la suite disponible y una botella de champán.

─Si me parece perfecto la esperare a las nueve de la mañana.

Suspiró mientras los celos la acorralaban ¿a quién vería mañana? Intentó calmarse pensando en algo más sin embargo no tenía el control en ese momento.

─¿Estás cómoda? ─preguntó mientras se sentaba del otro lado del sofá.

─Estas lejos.

─Siempre he estado así ─su mirada encantadora lo estudiaba, sin embargo, carecía de una sonrisa maravillosa─. Me disculpo por lo que sucedió, mi hermana y mi madre a veces suelen ser insoportables.

─No tienes que disculparte, no es tu culpa ─miraba su boca, su mano donde apoyaba el mentón, se veía algo cansado y pensativo─. Creo que es mejor que te vayas a dormir.

─Estoy bien. Quieres que te sirva un poco ─señaló con la mirada la botella.

─No creo que sea buena idea que bebas, tu condición-

─¿Condición? ─por un instante parecían que aquellos ojos centellantes se apagaban─. Me he despertado de terribles pesadillas, cuando miraba mis manos aun podía verlas manchabas con su sangre pero llegas tú y las cosas cambiaron. Tus visitas me ayudaron mucho.

─No imagine que yo fuese algo así como tu remedio.

─Quiero que todo esto termine, quiero dejar de ver sangre donde no lo hay, dejar de soñar estas cosas, dejar de escuchar esa voz. Pero lo que más quiero es volver a ser el mismo, aunque por otro lado no quiero.

─¿Por qué?

─Sarah, yo quería ser feliz con Elena. Darme una oportunidad, y de nuevo creí en las palabras de una mujer, y aquí estoy casando.

Para ella fue como un golpe en el hígado. Ese sentimiento de lejanía se apoderó de ella.

─Pero yo te amo. Y no puedes querer a alguien más ¿por qué no te fijas en mí? Podemos intentar-

─Me voy a dormir. Pero antes debo decirte que has cambiado, ahora eres una mujer muy egoísta. Solo espero que de verdad podamos ser amigos, porque solo quiero eso.

─!No! Tú debes escucharme ahora, ¿crees que voy a dejar que estés con otra? Me amas, me amas a mi solo a mí ─sin importarle fue hacia él, acarició su mejilla, Bruno no se opuso.

─No sabes cuantas veces soñé con esto, sentir tu mano en mí ─tomó la suya y la retiró─, pero es algo que dejé en el pasado. Tú y yo estamos destinados a vivir por separado.

─Podemos unir nuestras vidas ─sentía que en cualquier momento su corazón se rompería en mil pedazos, suplicaba para que eso no sucediera.

─Sarah ─sus ojos miraban los suyos con cautela─. Estás demasiado cerca.

─Me vale.

─Supongamos que aún me sigues gustando, y quiero estar contigo ¿qué pasará con Diego?

─Bueno yo

─¿Ves? Sarah ya no soy aquel jovencito del que te enamoraste. Primero tú, luego Elena. Me daré un tiempo para mí, y no me enorgullece que estés detrás de mí.

─Por dios, Bruno ¿me vas a decir que no piensas enamorarte? ─frunció el ceño después de pronunciar aquellas palabras, estaba enojada.

─Ojalá fuera así, evitar enamorarme, pero es algo natural. Solo digo que no quiero tropezar con la misma piedra.

─El amor-

─El amor puede ser sustituido.

─Es imposible, es un sentimiento fuerte.

─Conozco a una chica, Margaret, ahora la comprendo totalmente. Entre ella y yo hubo noches fugaces, una relación sin prejuicios, sin problemas, creo que es la única persona que me puede comprender.

─No lo hagas Bruno, quiero que-

─Olvídame, Sarah. Hazlo ¿por qué sigues luchando por algo que no podrá ser ni hoy ni mañana? ¿por qué luchas teniendo un esposo que te ama? ¿por qué? No comprendo.

─No lo comprendes ahora, pero haré que mis sentimientos vuelvan a fluir en ti. ¿Y por qué lucho? Por ti. Por qué cometí un error muy grande y tal vez no puedas quererme hoy, ni mañana, pero no sabes lo que puede suceder después del mañana ¿de qué te ríes? ─no podía declinar la tentadora petición de su cuerpo, quería besarlo aquí y ahora.

─Es que sí que has cambiado. Y mucho. Anteriormente yo daba todo por ti. Ahora eres tú. Me iré a dormir, puedes quedarte en la otra habitación. Una cosa más, deja de soñar, recuerda que estas casada, tu esposo puede estar preguntándose ahora mismo en donde estarás, imagino lo preocupado que debe de estar. Buenas noches.

─No quiero a Diego ─se dijo así misma─. Solo a ti.

A pesar del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora