XXXI: Absenta y Vodka

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Me acabo mi Vodka sin preocuparme demasiado por mi salud. De todas formas no es como si no hubiera no se cuantas naturalezas dentro de mi intentando matarse. Ah, y sumándole que he estado embarazada y ya no lo estoy más. Viktor me pregunta que quiero tomar, parece que quiere mantenerme contenta.

-Dos Vodkas más-suelto dando una vuelta en la silla en la que me he sentado.

Me mira como preguntándome si estoy segura y yo asiento sonriente. De lo que no estoy tan segura es de aguantar sobre esta silla con dos vodkas más. Siempre digo que no bebo y acabo ahogando mis problemas en alcohol.

-¿Que estáis bebiendo?-pregunto curiosa.

Me acerco a su vaso y lo analizo. Sea lo que sea parece que te mata con solo olerlo.

-Absenta negra-dice Viktor alejándolo de mi y levantandolo para darle un buen trago.

Levanto una ceja, no he bebido eso en mi vida. Tampoco es que quiera, suena a veneno.

-Es una de las pocas bebidas humanas que pueden hacer que seres cómo nosotros nos emborrachemos-dice Alek-Y sólo si la mezclamos con esencia de rosa silvestre. Unas gotitas y listo.

Yo asiento sin entender nada. Lo de la rosa silvestre suena a perfume, no a algo que echarle a una bebida alcohólica. Hablamos de cualquier cosa mientras bebemos cómo... alcohólicos expertos. Yo ya perdí la cuenta de los vodkas que me he tomado, aunque tengo la sospecha de que Viktor la lleva en su cabeza. Siento que me voy a desmayar. Pasamos toda la noche bailando con distintas personas. Me encuentro a Elliot, el camarero que conocí hace unos meses, y bailo con él, me da vueltas en el aire. Ya no trabaja aquí, pero sigue viniendo con sus amigos. Nos reímos de cualquier cosa que hacen los demás a nuestro alredor. Me digo a mi misma que esto es temporal, casi irreal, que solo estoy entumecida por el alcohol. Sé que el dolor volverá mañana. Viktor está tirado en una esquina del bar rodeado de gente que está igual o peor que él. Juraría que hace unos minutos estaba bien. Ahora que lo pienso igual ese, porque hay otro chico alto sentado a unos metros mirándome fijamente y juzgandome. Veo relucir dos aros plateados. Sí, ese es el niño prodigio. Alek en cambio creo que está dormido detrás de la barra. Y de ese estoy segura porque antes le hizo un truco mental al camarero con la poca lucidez que le quedaba para que le dejara estar allí. Yo estoy dando vueltas con una chica de pelo largo. No la conozco de nada, pero estamos saltando y agachándonos y bailando. Mientras Elliot canta alguna canción en un idioma inventado. O espero que sea inventado, porque la canción que pretende cantar es en francés. Y eso, definitivamente, no es francés. Él se emborrachó por solidaridad con nosotros. Y ha terminado peor. Camino hasta Viktor, me siento a su lado y apoyo mi cabeza en su brazo. Me da unas cuantas palmadas en la cara para que despierte. Tardo un rato, pero vuelvo a levantarme. Que no pare la fiesta.

«Tranquila Jane tal vez estés soñando» me digo a mi misma para tranquilizarme. Acabo de despertarme y hay un hombre a mi lado. Un hombre grande que está ocupando gran parte de la cama.

Respiro hondo y más calmada me pellizco un brazo.

No duele... Que extraño. Tal vez si sea un sueño.

Del cuerpo a mi lado sale un quejido de molestia y yo hago una mueca retirando mis dedos de su brazo.

«Tal vez no te duele, porque no es tu brazo» me dice mi parte sensata del cerebro. Bueno, la que piensa de vez en cuándo.

Oh claro, que idiota soy. Sonrío ante mi estupidez y me pego una palmada en la frente. Espera, no debo sonreir, no es momento para risas, tengo un problema bastante grande a mi lado. Mi mente ha pasado ya por ochenta estados de ánimo diferentes y yo tengo que solucionar esto. Que haya dormido con alguien no significa que me haya acostado con él. Suspiro de alivio y me destapo un poco.

Lazos de Sangre(+16)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora