XXXVII: Conflicto

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Me remuevo entre las sábanas, pero Aiden me tiene agarrada desde atrás, me libero y me pongo de pie. Es de día y escucho a los pájaros cantar afuera. Camino hasta el armario y me pongo unos vaqueros. Esta ropa no es de mi estilo, la ha comprado Aiden. Es ropa bonita, pero no termina de encajar. Pienso en Viktor, en que ha tenido todo medido al milímetro y que hasta la ropa era de mi gusto. Incluso las zapatillas o el color de las sábanas de la cama. Es tan inteligente y tan buen amigo. Si, lo siento como un amigo. No es una amenaza, lo sé. No sé donde está, ni que estará haciendo. Algo debe impedirle venir aquí y en estos momentos no quiero enfrentarme a él. Adivinaría que me he acostado con el Rousseau al momento. Y me miraría con su cara de reprimenda.

Me pongo un suéter blanco, porque el blanco me evoca sinceridad y pureza. Es un color que me reconforta y es lo que necesito ahora mismo. Me pongo unos zapatos negros. Salgo de la habitación y camino escaleras abajo, con cuidado de no tropezar. Cuándo llego a la cocina veo unos muffins de chocolate y me los cómo. Llevaba tanto tiempo sin comer nada, que esto sabe a gloria. Eveling entra desde el comedor y mira con una sonrisa mi cara manchada de chocolate. Me hace un café y me lo deja encima de la barra de desayuno. Se lo agradezco y pongo mis manos alrededor de la taza caliente. No puedo evitar pensar en que siempre acabaré aquí, en esta casa. Con un hombre que no me ha querido todo el tiempo, pero que dijo que si lo hacía. Eveling se debate entre hablar o no hasta que niega sonriendo y se dirige hacia mí.

-Parece ser que ayer hicisteis las paces-dice tomando de su café. Se ríe y se sienta a mi lado.

Me reconforta estar cerca de ella. Es como si verdaderamente se preocupara por mi.

-No me digas que-digo con los ojos muy abiertos.

Se ríe y se coloca un mechón de pelo detrás de la oreja.

-¿Que os escuché en el gimnasio? Por desgracia sí-dice con un aire jovial-Esta casa hace mucho eco.

Me río tanto que casi escupo el café y asiento con las mejillas rojas. Nunca había visto esta faceta de ella, tan divertida y cómplice. La imagen de una Eveling joven a parece ante mí, su verdadera apariencia. Me quedo de piedra.

-Ya es hora de que veas las cosas como son-admite con una mirada casi angelical-Lo que Aiden quiso hacerte por salvar a esta familia no tiene nombre. Aún así me es imposible creer que no te quiere, nunca había estado así. Soy su madre, lo conozco bien.

Me quedo boquiabierta. Es preciosa, con unos ojos azules enormes y un pelo negro y largo, parece casi azul, irreal. Pero la esencia sigue ahí, su bondad sigue ahí. Me agarra la mano en un gesto de eterna disculpa. No creo que nunca haya tenido intenciones de herirme.

-Me oculté porque ni Aiden ni yo queríamos que vieras una amenaza más. Sino alguien que quiere estar para ti-dice y se que no miente-Sé que todo ha sido un caos, pero una anciana siempre produce ternura y necesitabas sentir ese cariño. Eres buena Jane y Aiden si te quiere. Pero en este mundo hay cosas que están por encima del amor. Somos vampiros, queremos de formas diferentes a veces. Siento haber creado esta ilusión. Yo no quiero otro bebé en la familia si es a costa de tu miseria, no mereces eso.

Sonrío y dejo mi taza en el fregadero junto con la cuchara. Abro un bote de galletas de chocolate y pillo unas cuantas, las meto en el bolsillo de mi vaquero. Acabaré llena de migas, pero no importa. Me despido de ella y salgo a los jardines de la mansión. Sigo el camino de piedra hasta el aparcamiento cubierto y me dirijo al extremo sur. Cojo unas llaves de un panel y me subo a un BMW negro que parece corresponder con las llaves. Lo enciendo y me pienso dos veces lo que voy a hacer. Por un lado está el hecho de que sí se conducir, pero por el otro está el hecho de que no tengo licencia. Si me parase la policía me metería en un problema, pero Aiden podría arreglarlo. Aunque por otro lado el vampiro está durmiendo y no sabe que estoy a punto de robarle un coche. El volante es de cuero y da mucho gusto al tacto. El único coche que conduje fue el de James. Recuerdo dar vueltas en un circuito abandonado de karts mientras me enseñaba a conducir a espaldas de mi madre. Por aquellas aún creía que era mi madre. Pienso en llamar a James y decirle la verdad. Pero no sabría exactamente que contarle. Desde luego me ahorraría la parte se los vampiros. Hace casi un año que no agarro un volante, pero mi hermano siempre me dijo que tenía un don innato. Si tuviera un accidente con uno de estos coches tan caros, Aiden se enfadaría bastante. Los tiene sin una sola mota de polvo, se nota que les tiene mucho aprecio. Lo enciendo, suena tan bien, tan suave. Me pongo en marcha hacia el camino de gravilla. Las verjas de la entrada están abiertas. Verdaderamente el vampiro no tiene miedo alguno de que alguien venga. Me tiemblan un poco las manos y estoy yendo bastante despacio. Me sé el camino al pueblo mejor de lo que me gustaría. Salgo a la carretera principal y me veo obligada a acelerar. Esto no se me da tan bien como recordaba. Las marchas se me traban y me pongo más nerviosa.

Lazos de Sangre(+16)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora