》III: Cautivar

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Siento algo recorrerme el cuerpo. Algo húmedo y un poco rasposo, cómo una esponja. Alguien está en la misma habitación que yo, pero apenas hace ruido. La humedad hace que un escalofrío me recorra, pero no siento mi cuerpo moverse. Me gustaría aguantar veinticuatro horas sin un ataque de los míos. Y a poder ser sin que me agredan psíquicamente. La esponja hace ruido cuando cae en un recipiente con agua. Escucho unos pasos alejarse lentamente. Quiero abrir los ojos, pero me duelen demasiado, como si llevara horas durmiendo bajo el sol en un día de verano. Mis fosas nasales captan olor a desinfectante y a limpio. Si, olor a limpio, como cuando entras en un hospital. Abro los ojos de golpe y me encuentro llena de vías y cables. Desde luego que no era lo que me esperaba. Doy vueltas en la cama hacia los lados y algunas vías se sueltan haciendo que manche la cama con un poco de sangre. Siento nauseas al ver los pequeños tubos que habían estado enganchados a mi. Nunca he sido partidaria de que me claven agujas. Han debido de dejarme en muy malas condiciones como para que necesitara atención médica de este nivel. Me incorporo e intento caminar, pero una máquina empieza a pitar descontroladamente y una enfermera entra en la habitación. Su traje desde luego es mucho más sofisticado que las enfermaras que estaba acostumbrada a ver. Lleva un conjunto azul marino y blanco y esos zapatos deber ser ser extremadamente caros. Lleva el pelo recogido y tapado con un pequeño gorro de tela blanco. Me mira durante unos segundos como si fuera un espécimen sorprendente. No habla, no se acerca, simplemente me observa. Me incomoda tanto su presencia que estoy a punto de pesirle que se vaya cuando saca una aguja hipodérmica de su bolsillo. Le quita la tapa protectora de plástico y la tira al suelo. Me alejo todo lo que puedo de ella y me pego al otro lado de la camilla. La enfermera Daisy (según lo que dice su identificación) sonríe malévola delante de mí. No me explico por que una enfermera sonreiría así si no tuviera malas intenciones. Y teniendo en cuenta que acaba de sacar una aguja, no pretendo irme con ella a tomar un café. Debería empezar a preguntarme porque todo el mundo quiere matarme. Igual es un sentimiento como los que une a una nación.

-Sabía que te encontraría -dice sosteniendo una inyección entre sus dedos-Voy a probar que ocultas tu poder y voy a acabar contigo. Todos tienen miedo.

A esta maldita loca, se le acaba de ir la pinza. La aguja que porta es más bien gruesa y el líquido que debería salir por ella, demasiado brillante como para ser sano.

-¡De qué narices estás hablando!-grito alterada-¿A que te refieres con que oculto mi poder? No se que naturalezas tengo, yo no puedo sacarlas.

Estoy hasta las narices de que todo el mundo me hable de estupideces que no comprendo. A mi o me dicen las cosas tal y cómo son, o mejor que no me digan nada.

-Un híbrido intransformado con todas las naturalezas en su sangre. Ja! Y quieres hacernos creer que no puedes controlarlas-grita encolerizada-He visto tus muestra de ADN. No aparece nada.

Me empiezo a cuestionar más seriamente la salud mental de la enfermera cuándo
se abalanza sobre mi y tengo que forcejear para que no me clave la aguja en el cuello. Se resiste e intenta golpearme, pero le inmovilizo las manos. Está claro que no es humana, tiene una fuerza descomunal a pesar de que aparenta casi cincuenta años. La empujo contra la pared y gime de dolor. El cristal de la aguja se rompe y el líquido cae sobre el suelo. Ella sigue intentando golpearme y yo a duras penas logro esquivarla. Se mueve como un felino que intenta sacar al enemigo de su territorio. Grito pidiendo ayuda y comienzo a perder la esperanza en poder retenerla, es muy fuerte. Veo como se acerca a una bolsa con sangre y la quita de su lugar. Me la arroja en la cabeza y me veo totalmente cubierta de sangre. Pierdo visión al instante y temo que este sea el final. Ha sido una artimaña rastrera, pero efectiva. Me horrorizo ante la grotesca escena de mi misma cubierta por un líquido tan espeso otra vez. Suelto un chillido de dolor cuando me clava una aguja vacía en la mano para intentar detenerme. Al ser una aguja más larga que las de una inyección común me atraviesa la mano. Me la arranco con la otra mano y vuelvo a chillar de dolor. En este lado, en las sombras, no paran de aparecer enfermos mentales. Si alguien de molestara en buscar una solución a mi problema y no a intentar matarme todo sería mejor. La enfermera se ríe ante mis muecas de sufrimiento cómo si lo estuviera disfrutando, sé que lo está haciendo. La puerta se abre como si fuera a cámara rápida, al menos yo alcanzo a percibirlo así. Veo la cabeza de la mujer dar una vuelta completa y cómo su cuerpo cae al suelo, roto y sin vida. Ha sido la ejecución más limpia que he presenciado últimamente. Me acerco a la mayor velocidad que puedo y le agarro del hombro antes de que salga de nuevo. No quiero que se vaya porque ha matado a la enfermera y me ha salvado. He disfrutado de su muerte y según ha aparecido me he sentido aliviada inmediatamente. Me mira sorprendido y con una sonrisa de orgullo en la cara. Mancho su hombro de sangre, pero parece no importarle. Se gira y posa su mano derecha en mi mejilla. Cierro los ojos instintivamente ante su gesto.

Lazos de Sangre(+16)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora