》XV: Enséñame

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Lyov

Jane está durmiendo a mi lado desde hace ya varias horas. No puedo dejar de verla. A pesar del éxtasis en mi, mi cuerpo está cansado. No creí que fuera a desatarme de esta forma con ella. No puedo contralar nada de mi ser si se trata de ella. Su pelo color fuego se desparrama entre las sábanas, largo y sedoso. Si bien me siento afortunado porque sea mi mujer porque es tremendamente preciosa, es demasiado molesta, arisca. Es como un gato salvaje que aunque traiga a mi casa nunca voy a domesticar.

Debo admitir que mi disgusto hacia ella ha disminuido considerablemente desde esta noche. Si bien debería estar cabreado por el hecho de que cogiera mi diario, me siento bien. Si no lo hubiera hecho no habría pasado esto. No habríamos hecho el amor como animales y me alegro de que haya pasado. Cuando vuelva a ver la marca bajo su clavícula querrá matarme como usualmente. Mi cerebro sonríe solo de pensarlo. No de una forma cruel, llega a fascinarme sus enfados. Me levanto y camino hasta la pequeña nevera en la que conservo una reserva de sangre. Cuanto más rica en nutrientes es la sangre, más me alimenta, menos necesito descansar. Y no quiero descansar esta noche, quiero quedarme mirándola hasta que se despierte y vuelva a odiarme. Porque hasta que eso ocurra la fantasía es real, ella deseándome sigue ahí. Claro que cuando despierte no va a querer ni mirarme. Le acaricio la espalda desnuda y un pequeño escalofrío la recorre. No quiero despertarla.

A menos que sea para repetir lo de hace unas horas.

Y soy plenamente consciente de que no es posible. Nunca me ha parecido fascinante el sexo. Era mero entretenimiento, satisfacer una necesidad que en un Drakul puede ser omitida. No somos simples vampiros menores que se dejan llevar por todos sus instintos. Pero con ella solo tengo hambre, todo el tiempo. Hambre insaciable que me hace odiarla, amarla, desearla, todo por igual. La primera vez que me dejó poseerla ya fue para mi un regalo. Pero ayer, fue como si me hubieran dejado estar en el cielo por un momento. Como si alguien destinado a arder le hubieran perdonado sus pecados. Y yo tengo demasiados.

Veo que se mueve y me alarmo, no quiero que se acabe ya. Simplemente se gira hacia mí. Oh maldita totura. Ahora sus pechos apuntan directamente hacia mi y veo la marca de mi anillo. Intento pensar en cualquier otra cosa pero mi mente solo quiere revivirla gimiendo una y otra vez en mi cabeza. Ella está durmiendo plácidamente. La he hipnotizado. No creí que funcionaría, pero tanto su cuerpo como su mente estaban destrozados. Es fácil manipular la mente de alguien en esos casos, independientemente de lo fuerte que sean.

Debería de ignorar los sentimientos que están apareciendo hacia ella y centrarme en el hecho de que tiene que darme un hijo. Para eso estamos casados, para unir poderes y crear un ser sombra superior. No se trata de ella, ni de mí, ni de nosotros. Si no es con ella, no lo quiero con nadie. Y es tan preciosa, que estoy seguro de que el bebé lo será también. Mi cabeza no puede dejar de plantearse la idea de que lo haya hecho a la primera. Sería muy complicado, pero posible. Desde luego un orgullo para mi.

No puedo dejar de mirar sus pezones y estoy empezando a preocuparme. Agarro la sábana y me sorprendo a mi mismo tapándola. No por mi bien, sino por el suyo. Porque si la veo desnuda un minuto más volveré a enterrarme en ella y no creo que vuelva a despertarse más. Suspira en sueños, tiene la boca entreabierta. No emite ningún ronquido, lo que me alegra porque son muy molestos. Me fijo en la herida, tiene mala pinta y me planteo algo.

Darle más de mi sangre.

A su cuerpo le sentará como a un atleta tomar esteroides pero en un sentido menos deportivo. No me apetece cortarme ahora una vena asi que voy a la nevera y agarro una bolsa con mi propia sangre. Siempre está bien tener reservas. A un vampiro pocas cosas le sientan mejor que una dosis de su propia sangre en momentos cruciales. Camino de nuevo hasta la cama. La miro, luego al paquete y luego a ella otra vez. Decido guardar la bolsa plástica de nuevo en la nevera. Como se despierte y me vea intentando darle sangre en contra de su voluntad me va a hacer el día imposible. Vuelvo a meterme en cama y me tapo hasta el cuello. Dudo durante unos segundos y entonces me arrimo a ella. La noto caliente y mi piel se calienta también. Me siento tan agusto. Se que me estoy quedando dormido a pesar de que era lo que no pretendía. Sus latidos son hipnóticos, me quedaría días escuchándolos. Le late el corazón de manera exagerada para la posición en la que está. Siento su brazo rodearme. Se que lo hace de forma inconsciente, pero me reconforta de una forma extraña. Se siente demasiado humano. Demasiado humano para alguien que ha vivido más de siete vidas humanas.

Lazos de Sangre(+16)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora