Capítulo 4

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Detrás del mostrador de vidrio donde se disponía la comida para la cena, se podía ver todo el comedor. Ya se habían armado algunos grupos y se separaban en distintas mesas. Era como entrar a la hora del almuerzo de mi instituto. En la primera mesa a la izquierda, había tres chicas rubias con hermosos ojos azules; una de ellas hacía inflar su goma de mascar hasta que reventara; otra limaba sus uñas, y las observaba satisfecha sin expresión en su rostro; la tercera, sin embargo, apoyaba su mentón sobre su palma derecha, y con su otra mano, giraba su tenedor sobre su puré de patatas. El rostro de la tercera muchacha lucía triste o tal vez sólo era cansancio. En una de las mesas del medio, había dos chicas y tres chicos de cabello oscuro. A la distancia relucían aretes en distintas partes de su rostro y algunos tatuajes se escapaban por debajo de las mangas de sus camisetas. Escanee todo el lugar, negándome que estuviera buscando a un chico inglés con mala conducta y extraños tatuajes, pero buscándolo a él al fin. Nada. No había señales de Beck. No estaba en la mesa de chicas lindas y ricas, de chicos serios y punks, ni en la mesa con los chicos que yo llamaba "engañosos", es decir aquellos cuya apariencia parece que carece de peligro, pero si están aquí es por algún motivo.

"¿Puedes servirme mi comida o qué?" Un chico de cabello castaño y hermosos ojos avellana espetó sin nada de suavidad en su tono. Estaba parado frente a mí, sosteniendo un plato con restos de comida. Su ceño estaba fruncido y podía escuchar por encima de todas las voces su pie golpear impacientemente contra el suelo.

"Eh...Si, lo siento" Le respondí atropelladamente y un poco avergonzada por haber estado tan distraída buscando al idiota de Beck.

Hundí mi cucharón de metal en una gran olla de puré de patatas y lo miré. Nuevamente, sus ojos no demostraban expresión alguna, así que supuse que era suficiente comida en su plato. Caminó hacia un costado, para que Sarah pudiera llenar su vaso plástico verde con un poco de jugo de manzanas. Observé si alguien más esperaba por una segunda porción de su comida, pero no había nadie.

Soplé hacia arriba un pequeño mechón de cabello que había caído en mi rostro, pero no pareció funcionar, por lo que tuve que hacerlo de la forma convencional y utilizar mis dedos. Mientras intentaba hacer un moño en mi cabello y evitar que se desarmara, observé cómo las puertas se abrían. Si esto hubiese sucedido en la cafetería de mi instituto, todos hubiesen volteado para observar quién era la persona que llegaba tarde. Pero todos los jóvenes rebeldes, mantuvieron su atención en lo que ellos consideraban importante, y claramente, Bryce ingresando al comedor no era de su importancia.

"¿Qué hay, Milano?" Me saludó mi amigo manteniendo su frente baja. Me quedé mirándolo, esperando que se dejara de idioteces y me mirara. Horrorizada mantuve mis ojos firmes en el, que intentaba esquivar mi mirada.

"¿Planeas hacer de cuenta que no he visto tu ojo morado?" Le pregunté elevando mi voz, haciendo que Sarah se volteara y llevara sus ojos hasta el joven de ojos café y cabello castaño.

"Shh" Llevó su índice a sus labios y frunció su ceño. Pude ver a la perfección el estado de su ojo. Estaba oscuro e hinchado "Baja tu voz, Zoe. Si, lo sé, tengo el ojo morado"

"No me digas" Dije girando los ojos. Mi voz llena de sarcasmo. Bryce me fulminó con la mirada, diciéndome sólo con los ojos que no era momento para que lo retara "Dime qué diablos te sucedió" Intentaba mantener mi voz lo más baja y tranquila posible, pero con el ojo de mi amigo y su mirada seria, me resultaba difícil.

"Me han pegado" me dijo con dificultad. Ladee mi cabeza y lo miré sin expresión, indicándole que era más que obvio lo que me estaba diciendo "Si, creo que mi ojo habla por sí solo. Ha sido... ¿Recuerdas el chico que está en mi cabaña? El británico de cabello oscuro hasta los hombros"

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