Capítulo 72

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Permanezco sentada en una silla justo al lado de la puerta que da a la habitación de Jay. Fue un lío lograr ingresar fuera del horario de visita, pero mamá fue de gran ayuda. No logro escuchar nada de lo que Beck le dice a su primo, pero percibo de vez en cuando algún que otro murmullo, aunque el receptor siga aún dormido y no pueda escucharlo realmente.

Por algún motivo quiero irme, pero me siento encadenada, por lo que decido permanecer quieta y en silencio. Estoy cansada. Cargo con una inmensa cantidad de cansancio desde hace mucho ya. Siento un inmenso peso sobre mis hombros. Cierro mis ojos y mi mente viaja a donde menos lo espero. Italia. Las playas soleadas, los recovecos que me invitan a recorrerlos, el grito del nono llamándonos a comer; la mesa llena en el jardín de la casa de mis abuelos; Dante arrojándome migas de pan desde el otro lado de la mesa; Marco girando sus ojos a su costado. Puedo oler el agua salada que me rodea. Mi mano toma perfectamente la de mi papá, como una gran cucharada de helado de vainilla.

"Justo aquí, besé a tu mamá por primera vez" Elevo la vista y lo miro con ojos confundidos. No comprendo el porqué del romanticismo en un beso entre mis padres. Mi mente de nueve años no encapsula el amor en semejante acto, sino más bien en las tostadas que papá le hace a mamá por las mañanas o en la forma en que mamá arregla el nudo de la corbata de papá antes de un evento importante. Le sonrío, aunque tal vez no comprendo el motivo de su amplia sonrisa, provocando que pequeñas arrugas se formen al costado de sus ojos.

"¿Cariño?" Una voz me sobresalta, obligándome a abrir mis ojos repentinamente. Me encuentro con mi mamá parada frente a mí, observándome con una extraña expresión, entre seriedad y gracia. Esa suele ser su expresión habitual, pero esta vez es distinta "¿Por qué sonríes?"

"No lo sé. Estaba recordando unas antiguas vacaciones en Capri" Sonrío levemente al materializar en sonido los recuerdos grabados en mi memoria. Mamá se sienta junto a mí y apoya su mano sobre la mía "Es idiota, lo sé"

"¿Cuándo fue la última vez que sonreíste así, despojada por completo de preocupaciones?" La miro confundida. La pregunta me resulta ridícula. Ladea su cabeza, obligándome a pensar.

"No lo sé, supongo que cuando me enteré que Jay estaba bien" Respondo arrastrando las palabras aún con un dejo de confusión.

"¿Y cuándo fue la última vez que sonreíste por ti misma sin tener que involucrar a Beck, Jay, Ryan o incluso a nosotros?" Trago saliva. Su pregunta me seca la garganta "Hace mucho que no te veo bien, tu rostro no tiene el mismo color de siempre, hasta tus pecas parecen más débiles"

"Mamá..." Intento esquivar, aunque sé que está en lo cierto.

"De acuerdo, me callaré. Pero piensa en lo que te dije" Se pone de pie, pero sus ojos permanecen sobre los míos "Regresa a tus recuerdos en Capri, con tus pies en el mar y tu cabello al aire. Tal vez así comprendes lo que intento decirte"

Cuando era pequeña y tenía que regresar a casa luego de todo un verano en Italia, lloraba en silencio porque no quería que Alessandro se burlara de mí. En el avión apoyaba mi cabeza en el hombro de Papá y cerraba los ojos, pretendiendo aún estar ahí. Y podía jurar que olía el viento salado. Esa era la única manera de calmarme. Y luego me dormía. Siempre terminaba despertándome ya casi a punto de aterrizar, y la camisa de Papá ya estaba seca.

Hace tiempo que no logro sentir ese aroma en mi nariz, tal vez eran simples fábulas que mi mente ideaba para calmarme. Con el tiempo, fui reemplazando esos aromas con otras cosas. Libros, música, besos. Mis sentidos se fueron perfeccionando. Sin embargo, aquí estoy. Afuera hace frío, la navidad está a un par de días de distancia, sin embargo desearía que el año nuevo se aproxime, y ruego que la maldita frase de "nuevo año, nuevo yo", se aplique.

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