Capítulo 5

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"Diablos, diablos, diablos" Repetía una y otra vez mientras daba pequeños saltos para que mi jean lograra subir hasta mi cadera. Me había quedado dormida en el segundo día del campamento. Soy un desastre.

Con un fuerte gusto a menta en mi boca, salí corriendo de mi cabaña hasta la cocina. Mi cabello color caramelo bailaba con mis movimientos rápidos. Era una hermosa mañana, que no podía apreciar porque estaba corriendo a las apuradas. Zoe Milano, jamás aprendes.

"Buenas noches" dijo mi madre, con su ceño fruncido, aunque sabía que detrás de esa mirada escondía una sonrisa. Le sonreí en señal de disculpas y ella negó con su cabeza. Tomé mi delantal y lo pasé por encima de mi cabeza hasta que tocó mis hombros.

"¿Qué tengo que hacer?" Le pregunté a mi mamá que estaba cortando rodajas de pan.

"Habla con Paul, él seguro tiene una tarea para ti" Me respondió, quitando de su frente un mechón de cabello que había caído.

Caminé hasta Paul, un hombre alto y carismático, y esperé que terminara de hablar con alguien que no alcanzaba a ver.

"Si ves que la masa se pega en tus dedos pon un poco más de harina. Cuando veas que ya está como la que te enseñé antes, la llevas a aquella mesa" Paul le explicaba a alguien, señalando a diferentes partes de la cocina. Toqué su hombro y él volteó "Zoe, te estaba esperando" Me dijo con una sonrisa dulce y contagiosa. Sonreí en respuesta "Necesito que hagas pan. No creo que tenga que darte explicaciones de cómo hacer la masa. Eres una Milano

"No, por supuesto. Yo me encargo" Le respondí entre risas.

Todas las personas que conocen a mi padre, asumen que soy igual que él. Mi papá es dueño del único restaurante italiano en Mount Vernon, y el negocio ha funcionado por los últimos veinte años. Amo cocinar, pero por supuesto no lo hago como él.

"Perfecto" Agregó Paul y llevó su mano a mi hombro "Hay un muchacho que te dará una mano hoy. Su mala conducta lo obligó a estar aquí" Me susurró con un poco de lástima.

Deseaba que el muchacho del que hablaba no sea Beck. Mi mente repetía una y otra vez "Que no sea Beck". Era como cuando a Harry Potter están por asignarle su casa y él no quería ir a Slytherin. Diablos, debo dejar de leer.

"Ryder, te he traído ayuda" Su alta figura se hizo a un lado y pude ver el rostro de Beck que no se había tomado la molestia de voltearse para verme "Saluda, muchacho" Paul le dijo golpeando su brazo.

Beck elevó su vista y asintió. Ese fue su saludo, un meneo de su cabeza. No puedo esperar mucho de Beck Ryder. Aunque, para ser honesta, prefiero que no me hable a que me insulte. Paul me guió hasta la mesa llena de de ingredientes para preparar más masa para el pan. Comencé a mezclar la harina con la levadura y la sal, manteniendo mi vista baja para evitar contacto visual con Beck. Unos dedos largos tomaron rápidamente el paquete de harina junto a mí. Me mordí el interior de mi boca para evitar decirle algo. Podría habérmela pedido ¿No?

"Masa de mierda" Lo escuché quejarse por lo bajo y reprimí una sonrisa.

Sigilosamente, llevé mis ojos hasta él, y vi que sus dedos estaban llenos de masa pegajosa. Con su mano izquierda intentaba limpiar la derecha, pero solo se ensuciaba más. Hundió sus manos en una montaña de harina, pero sólo logró salpicar de polvo blanco su delantal. Escuché más insultos salir de sus labios mientras con torpeza intentaba limpiar su ropa, pero llenándola de masa pegajosa.

"¿Necesitas ayuda?" Pregunté, sintiendo lástima por la serie de eventos desafortunados que le sucedían al muchacho enojado frente a mí. Elevó su vista hasta mí y negó con su cabeza.

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