Capítulo 57

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Siento mi cuerpo completamente frío y lo único que me transmite un poco de calor, son las palmas de Ryan apoyadas sobre mis piernas. Escucho su respiración, fuerte y constante, impulsándome a imitarlo. Inhalo y exhalo. Poco a poco, siento cómo los nudos que atraviesan mi cuerpo comienzan a desatarse. Elevo mi vista y observo a Beck a través de las lágrimas, lo veo borroso, pero podría reconocerlo incluso con los ojos cerrados. Luce preocupado y un tanto confundido. No quiero hablar realmente, pero quiero decirle algo, quiero hacerle entender que no es culpa que no sepa qué hacer para ayudarme durante mis episodios de ansiedad. Ryan es mi amigo hace años, no hay nadie mejor que él para estas situaciones. Él sabe cuándo tomar mi lugar para evitarme un mal trago. Inhalo y exhalo. Vuelvo mi vista a mi amigo, quien no aparta sus ojos azules de los míos. Hay algo en ellos que me causa tranquilidad, me devuelve un poco de la alegría que mi ansiedad lucha tan ferozmente por arrebatarme. Hay una porción de mi hogar en sus ojos. Me extiende una botella de agua frente a mí y la tomo en mis manos con desesperación. Cuando era más chica y estos episodios comenzaron, en mi mente cree la idea de ahogar esa sensación de pánico y encierro. Increíblemente, parece relajarme. Giro la tapa y no tardo ni un segundo en llevar el líquido a mi boca, sin despegarlo en ningún momento. Siento cómo mi cuerpo entero comienza a refrescarse y mis lágrimas parecen desaparecer. Una vez más, fue sólo un episodio no un estado permanente. No se cuántas veces tendré que repetirme lo mismo. 

"¿Mejor?" Ryan me pregunta con voz pequeña. Parpadeo una vez, aún tomando agua, y es en ese momento, cuando él estando seguro de que me encuentro bien por cuenta propia, retira sus manos de mis piernas "Iré a hablar con Dante, intentó venir unas cuantas veces antes de que llegara" 

Parpadeo una vez más y él se pone de pie. Lo sigo con la mirada y observo como sus ojos se clavan en los de Beck antes de salir. Ryan le da una palmada en el hombro y camina hasta la puerta. No sé a qué se debe, pero siento otro nudo aflojarse dentro mío, un nudo que se encuentra firme desde antes de este episodio. Beck camina hasta mí y baja su mirada para buscar mis ojos. 

"Te atragantarás" Me dice con una sonrisa de lado. Sus ojos se ven débiles, como si le faltara vida. Esta es la primera vez que Beck me ve así, lo que me resulta extraño, porque para mí es algo tan normal en mi vida. Meneo con mi cabeza ligeramente, aún bebiendo agua sin parar aunque ya casi no queda. La botella se vacía pero aún así no la aparto de mis labios. 

"Quiero más" Es lo único que logro decir, casi sin aliento. Beck toma la botella que extiendo frente a él y la coloca en el suelo mientras se sienta frente a mí. Sus manos se extienden y buscan las mías, instantáneamente siento el calor de su piel contrastando con mis dedos fríos. 

"No necesitas más agua" Me dice con su habitual voz rasposa. Respira profundamente y decido imitarlo. No siento ningún cambio en mí, necesito callar la presión en mi pecho que no termina de irse por completo. Comienzo a mover mi pierna, impaciente y temerosa de que la ansiedad se arrastre hasta mi nuevamente y comience  esparcirse por lo orificios más recónditos dentro de mi cuerpo, apoderándose de mí poco a poco. Mi garganta arde y necesito apagar el fuego. 

"Por favor, Beck" Imploro con poca fuerza. Exhala con pesadez y se pone de pie para llenar la botella con agua de lavabo. Lo único que se escucha es el agua pasando por mi garganta y mi respiración pesada en mis pausas. 

"¿Alguna vez estuviste así por mí?" Me detengo, casi atragantándome. 

Bajo mi mirada y lo miro. Ahora entiendo porqué la falta de vida en sus ojos. Una serie de imágenes se vienen a mi mente. Mis mejillas empapadas en lágrimas por las palabras filosas como cuchillos que salieron de sus labios, capaces de pasar del frío al calor, del hielo al fuego, del odio a la pasión, todo en cuestión de segundos. Puedo ver a través de él, como pocas veces he podido, pero esta vez como ninguna otra, Beck está desnudo, transparente, crudo ante mí. Puedo verlo como si me viese a mí, y noto el miedo creciendo en él como una enredadera, aferrándose de su ser poco a poco. Y es allí cuando por primera vez noto lo valiosa que soy para él. Me mira, expectante a mi respuesta, rogando con cada parte de su cuerpo a que le diga que no, que jamás sufrí uno de mis episodios por su culpa. Pero mantengo el silencio, optando por hundirme en su transparencia por sólo unos segundos más. Sigo nadando, hasta lo profundo del océano que resulta ser Beck, esperando encontrar algo más que aún no ha sido expuesto a la luz y el calor del sol. Pero me detengo, porque si algo aprendí en estos meses con él, es que al océano hay que investigarlo de a poco porque nunca sabrás cuando se aproxima una ola. Libero mi mano de la suya y la extiendo ante su rostro. Y como si fuese algún tipo de reacción física, su cabeza se inclina ante mi tacto, reposando su mejilla sobre mi palma. Sus ojos se cierran y por algún motivo lo imito. En mi mente sólo se reproduce esto, él y yo, vulnerables en el suelo de un baño. Nada romántico al respecto, pero el romance y amor no se trata de rosas y chocolates, o besos y abrazos. Romance es estar dispuesto a arrojarse al suelo por los que amamos, incluso en las situaciones más insólitas. El chocolate se derrite y las flores se marchitan, los besos duran suspiros y los abrazos sólo segundos. El amor queda, a pesar de. 

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