Prólogo

10.4K 528 101
                                    

1996

—Lo siento mucho, Magalí. No puedo cumplir la promesa que te hice, debo hacer lo que es mejor para mi familia.

El corazón de la muchacha de veintidós años se estaba rompiendo lenta y dolorosamente al escuchar al que se suponía, era el amor de su vida. Lo peor fue que ni siquiera se sorprendió al escucharlo, tenía muy claro que él jamás dejaría sus comodidades para estar con ella.

—¿No me vas a decir nada? —el chico comenzaba a desesperarse, Magalí solía ser muy impulsiva y no era normal que se quedara en silencio por tanto tiempo. Sin embargo, ella en ese momento no tenía nada que decir, no se atrevía a abrir la boca por miedo a derrumbarse. No le quería dar esa satisfacción así que dio media vuelta decidida a irse—. ¡No me dejarás hablando solo, Maggie!

—¡¿Qué quieres que te diga?! ¿Qué lo entiendo? No me pidas que lo haga porque no puedo. Eres un cobarde, Frederic. No puedes desafiar a tu padre, es mucho lo que perderías y yo no valgo lo suficiente como para jugártela por mí.

—Tú vales mucho para mí, yo te amo.

—¿Me amas? —la chica soltó una risa irónica en medio de su dolor— Si me amaras no te casarías con otra, ni siquiera por «el bien de tu familia». Si me amaras estarías dispuesto a dejar todo por mí, tal como yo lo hice en su momento; pero no te preocupes, sé perfectamente cuando hay que dejar ir las cosas y no te rogaré que te quedes conmigo porque aunque no lo creas todavía me tengo un poco de respeto.

—Las cosas son más difíciles que eso, este no es un buen momento para mi padre y necesito hacer lo que él quiere.

—Muy bien, presentaré mi carta de renuncia a tu madre hoy mismo y no tendrás que verme nunca más.

—No quiero que te vayas, no te puedes alejar de mí. No ahora que tenemos algo en común.

—No tenemos nada en común —la joven intentó controlar sus lagrimas para mostrarse fría y armarse de valor—, abortaré.

—¿Qué? ¡No puedes hacer eso! Es mi hijo también.

—¿Cómo tienes cara para decirme algo así? No lo quieres reconocer, pero quieres que lo críe sola y en tu casa, ¿para qué? ¿Para que crezca en una mentira? ¿Para que cuando sea grande me odie por ocultarle que todo este tiempo estuvo frente a su padre sin saberlo?

—No tiene por qué ser así. Además mi madre no dejará que te vayas sin dar explicaciones.

La chica, se alejó lo más rápido que pudo intentando contener las lágrimas que amenazaban con caer, hasta que estuvo lo bastante alejada y ya no lo soportó más. No podía creer que haya sido tan estúpida como para enamorarse del hijo de sus patrones, siempre supo que iba a sufrir pero se negaba a aceptarlo, lo amaba demasiado como para creer que sus sentimientos no eran reales y que la dejaría sola en una situación como esa.

La madre de Frederic no quería aceptar su renuncia pero al final accedió al ver que algo andaba mal con la joven, a esas alturas la consideraba casi una hija y se pudo dar cuenta de que no le hacía bien trabajar ahí; claro que en ese momento no conocía las razones.

Maggie se fue y no volvió a ver a su amado durante meses hasta que un día sin previo aviso lo vio salir de una tienda con una mujer a su lado y un pequeño niño de aproximadamente un año.

Ella, con el corazón roto y su panza de casi nueve meses se escondió detrás de un mostrador. No fue capaz de interrumpir su embarazo, ni siquiera lo intentó pero no quería que él lo supiera, quería mantener a su hija lo más alejada de ese hombre. Pocos días después de ese casi encuentro, un veinte de septiembre, nació Juliette para iluminar la tan dañada vida de su madre, pero no fue suficiente para vivir, los problemas económicos eran cada vez más grandes y cuando Juliette estaba por cumplir tres años estaban prácticamente en la calle. Por esa razón, Maggie tomó una decisión por el bien de su hija, volvió a la casa de los Archibald a pedir trabajo; no les contaría que su hija llevaba su sangre, ya que no quería su dinero de esa forma, solo les pediría que la volvieran a contratar. Si tenía suerte, Frederic se habría mudado con su nueva familia a otro lado.

—¿Necesita ayuda, señorita? —a la entrada de la gran casa un hombre que iba paseando un caballo le habló.

—Sí, ¿sabe si la señora Diane está?

—Sí, está, ¿quiere que le avise que la vino a visitar?

—No, está bien. Conozco el camino, solía trabajar aquí.

—Cualquier cosa que necesite, soy Cole.

—Maggie —la joven estiró su mano y él la tomó; luego apuntó a la pequeña que llevaba en sus brazos— y ella es Juliette.

La pequeña sonrió como siempre hacía, parecía que hubiese nacido con la sonrisa puesta y no había nada que se la quitara. Era preciosa, su cabello castaño claro caía en ondas muy bien formadas y había heredado los ojos de Frederic —color caramelo—, por lo que Maggie tenía mucho miedo de que se dieran cuenta pero para su suerte, nadie lo notó. Los ricos nunca se daban cuenta de las cosas que tenían frente a sus ojos.

Así fue como volvieron a vivir a la gran casa, pasó bastante tiempo hasta que se volvió a encontrar con él; para su sorpresa le preguntó por la niña y ella mintió, diciendo que unos meses luego del aborto había quedado nuevamente embarazada de un ex-novio. Eso sirvió para que él se sintiera herido pero ella no le hizo caso, no después de saber que tenía un hijo llamado Derek, solo un año mayor que Juliette, que a pesar de que decía amarla la estaba engañando desde hace mucho más tiempo.

Así fueron pasando los años, años en que Derek y Juliette crecieron juntos; convirtiéndose en mejores amigos y compartiendo muchas experiencias, descubriendo el mundo y la vida juntos. Las diferentes clases sociales no impidieron que se quisieran y compartieran los mejores y también los peores momentos de sus vidas.  

Cuando llegue tu amor (LCA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora