Derek
No soy consciente de nada, no sé cuánto tiempo nos demoramos en llegar a la clínica, no sé si respeto las señales de transito, no sé si estoy poniendo nuestra vida en peligro o no, solo sé que necesito llegar cuanto antes y ver a mi hermana.
No puede estar pasando todo esto, hace menos de dos horas con Julie estábamos hablando de lo buenos padres que serían Shelley y Ayden a pesar de todo, de lo bueno que era que al fin habían dejado de lado sus diferencias y hasta estaban eligiendo el nombre juntos. Ahora, el bebé ni siquiera existe. ¿Cómo es posible? A los seis meses un bebé ya está formado, ya habría tenido oportunidad de vivir fuera del útero, he escuchado muchos casos que han sobrevivido. Todos dicen que la mayoría de las perdidas ocurren en los primeros tres meses, ¿por qué mi hermana tuvo que perderlo a los seis? ¿Cuando ya estaba emocionada, tenía cosas compradas y estábamos a punto de saber el nombre que le iban a poner?
¡No es justo!
Golpeo el volante con rabia cuando me detengo en un semáforo, estamos a solo una cuadra de la clínica y Julie intenta tomar mis manos para calmarme. Se las lleva a la boca y deposita un leve beso. No hemos hablado desde que salimos de Leitchfield, dejamos la casa hecha un desastre, ni siquiera tuvimos tiempo de secar el piso del baño que dejamos empapado después de estar en el jacuzzi pero nada podría importarme menos, necesito ver a mi hermana. En el camino, Julie llamó a Ayden varias veces pero no contestó, si no me equivoco hoy tenía entrenamiento de tenis y nunca va con su teléfono, cuando ya divisamos el gran cartel con el nombre de la clínica al fin contesta y mi novia intenta darle la noticia con el mayor tacto posible.
Estaciono el auto sin preocuparme si lo hago bien o mal, tomo la mano de Julie y ambos corremos por los pasillos de la clínica aunque sabemos que eso no debe hacerse. Cuando llegamos, vemos a papá sentado en uno de los pasillos con las cara entre las manos, abatido y a su lado está Maggie en un silencio absoluto. Al acercarnos a ellos, ni siquiera reparan en nuestras manos entrelazadas pero poco me importa que lo hagan, no es momento para preocuparse por eso.
—¿Qué ha pasado, Mags? —pregunto con un hilo de voz y Maggie se levanta, nos rodea con un brazo a cada uno y nos deposita un beso en la frente.
—Despertó sintiéndose mal pero me dijo que no era nada así que le preparé una infusión para ver si se le pasaba y un rato después, mientras preparaba el almuerzo, apareció en la cocina, estaba blanca como un papel y me dijo que sentía que algo no estaba bien, ahí nos dimos cuenta de que había comenzado a sangrar.
—¿Dónde está ahora? ¿Está bien? —sé que es una pregunta estúpida, claro que no está bien, pero necesito saber si estable.
—En la habitación de ahí —apunta hacia una puerta—. Nos ha pedido que la dejemos sola un momento, no quiere hablar con nadie.
—Necesito verla.
—Lo sé, solo no la presionen demasiado. Todavía no ha asimilado todo lo que ha pasado, fue tan rápido.
Asiento y vuelvo a tomar la mano de Julie antes de comenzar a caminar hasta la habitación 310, necesito aferrarme a alguien con fuerza en este momento para no perder la cabeza y agradezco que sea ella; ella siempre me reconforta.
Tocamos la puerta por pura cortesía, aunque no esperamos que responda así que entramos de todas formas. Mi corazón se encoge y quiero ponerme a llorar ahí mismo, se ve tan pequeña en medio de la enorme habitación blanca, tan frágil y con la mirada perdida en algún punto lejano. Tiene lágrimas secas marcadas en las mejillas y no parece reparar en nosotros.
—¿Shelley? —la llama Julie y mi hermana alza al fin la vista hacia nosotros, sus ojos parecen vacíos, no puedo descifrar nada en ellos.
Julie hace ademán de acercarse para abrazarla de una vez pero Michelle levanta una de sus manos para detenerla.
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Cuando llegue tu amor (LCA #1)
Teen FictionDerek y Juliette son mejores amigos desde los tres años, comparten todo y no se imaginan la vida separados del otro. A medida que pasan los años, juntos van descubriendo la vida, aprendiendo de sus errores y viviendo experiencias que jamás podrán ol...