CAPÍTULO 34

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Derek.

Una semana después de ese maldito día, Michelle toca la puerta de mi habitación con un envase de helado de chocolate bajo el brazo. Le indico con una seña que puede pasar aunque no sé cómo terminará esto.

—Traigo una ofrenda de paz —me comunica y luego baja la mirada, avergonzada—. Bueno, la mitad de la ofrenda de paz porque me comí el resto en medio de un ataque de ansiedad.

Eso me saca una sonrisa y me levanto de la silla del escritorio para acercarme a ella y recibir la media «ofrenda». La invito a sentarse sobre la cama y me acomodo a su lado pero tomando un poco de distancia, no sé en qué etapa estamos.

—Lo sient...

—Lo siento —decimos al mismo tiempo pensando que ninguno de los dos rompería el silencio. Finalmente es ella la que sigue—. No quise decirte nada de lo que dije, solo quería hacerte daño. No pienso que seas un egoísta de mierda ni nada de eso, eres la única persona que siempre se ha preocupado por mí, que siempre está cuando lo necesito y no debería haberte dicho todas esas cosas horribles.

—Yo también dije cosas muy feas, no debería haberte tratado de esa forma.

—Si no te dije nada fue porque no quería causarte problemas con Ayden, es como tu hermano. No quería que pelearan por mi culpa.

—Tú eres mi hermana, Michelle, y siempre voy a estar de tu lado. Tú estás por sobre toda amistad que pueda tener.

—Es muy lindo lo que dices, pero tienes que perdonarlo, él no tiene la culpa, ¿sabes? —sus ojos se llenan de lágrimas pero intenta retenerlas—. El amor no se puede forzar y por más que lo desee, él nunca me va a querer como yo lo quiero, nunca se enamorará de mí y está bien, no puedo obligarlo a sentir algo por mí solo porque vamos a tener un hijo. Sí, cometimos un error y tenemos que asumirlo pero no quiero que eso arruine su amistad contigo.

—Necesito tiempo, Shelley.

—Lo sé, solo no lo dejes pasar demasiado. Ambos se necesitan y lo sabes.

—Nunca creí que lo terminarías defendiendo.

—Dímelo a mí —suelta un largo suspiro, me pasa una cuchara para el helado y apoya su cabeza en mi hombro—. ¿Crees que podrás perdonarme algún día?

—No hay nada que perdonar, supongo que son cosas que pasan. Uno no elige de quién se enamora.

—¿Puedes hacerme un favor?

—Claro.

—Tengo que ir al médico mañana y mamá no podrá estar, ¿puedes ir conmigo?

—Claro que sí, pero ¿por qué mamá no estará?

—La han llamado y tiene que viajar hoy en la noche a Zúrich —se encoge de hombros—. Parecía importante.

—¿No la has notado un poco extraña? ¿Un poco más decaída, cansada?

—Sí, ¿pero qué esperabas? Su hija adolescente está embarazada y su esposo nunca está en casa, cualquiera estaría deprimido.

—Si lo pones de esa forma...

—Todo es mi culpa, ya sé que papá se lo pasa de viaje pero al final siempre vuelve a casa. Algo me dice que esta vez no volverá tan pronto.

—No es tu culpa.

—Es que no viste como se puso, Derek, nunca lo había visto así y... —se calla se golpe como si hubiera dicho algo que no debía y yo enarco una ceja extrañado.

—¿Se lo dijiste?

—¿No te lo había dicho? Debo haberlo olvidado, no es la gran cosa.

—¿Se lo tomó muy mal?

Cuando llegue tu amor (LCA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora