CAPÍTULO 28

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DEREK

Afuera del hotel hay buses que cada veinte minutos salen a los diferentes parques, ya que las distancias son bastante grandes. Lo poco que recuerdo de cuando vine con mis padres cuando tenía diez años era que con Shelley nos dormíamos en la mitad del camino y Ginny, bueno, Ginny solo tenía un año y dormía todo el día.

Me acomodo al lado de Julie, usando toda mi fuerza de voluntad para no tomarle la mano. Se suponía que este sería nuestro viaje, que estaríamos juntos, que lo pasaríamos genial pero hay entre nosotros ese silencio incomodo de mierda que no nos deja tranquilos, si bien, lo que hizo Shelley alivianó un poco el ambiente, las cosas todavía están tensas.

Juliette va mirando un mapa y marcando todos los lugares a los que quiere ir sí o sí, lo primero en marcar es Expedition Everest pero a mí no me podría importar menos eso. Mi mente está ocupada en esos pantalones demasiado cortos que lleva y que están apunto de hacerme explotar la cabeza, por no hablar del crop top rojo. Intento pensar en cualquier cosa menos en ella y su cuerpo perfecto, en sus labios suaves que hace tanto no beso, ¿podré resistir cinco días a su lado sin poder besarla? ¿Me aguantaré las ganas de robarle un beso? Debo hacerlo, por más difícil que eso pueda sonar.

—He leído que esa montaña rusa es una de las más emblemáticas del parque —dice Julie de repente sin mirarme, en un principio me pregunto si me habla a mí o a sí misma— y por los videos que he visto, creo que lo mejor será que comamos después de subirnos. No vaya a ser que... ya sabes.

—Es una buena idea, lo que menos quiero es devolver mi almuerzo.

—Y también quiero tomarme una foto en el árbol de la vida, está aquí —apunta en el mapa el lugar en el que sale un pequeño árbol y luego sigue un camino con su dedo—. Tendremos que pasar de todas formas por ahí porque es el único camino.

—Genial.

La conversación se acaba ahí, no sé cómo fue que terminamos así. ¡Ah! Ya lo recuerdo. Porque fui un idiota, aunque ella me mintió, tal vez fui demasiado duro y estaba tan molesto que dije cosas sin pensar. ¿Cómo no voy a confiar en ella? Me duele que lo haya creído, pero ¿qué esperaba? ¡Soy un idiota!

El bus estaciona fuera del parque y buscamos la fila más corta para entrar, nos demoramos unos diez minutos en hacerlo pero por fin estamos dentro y en camino hacia el árbol de la vida. Julie me pasa su cámara y me pide que le tome una foto, está tan emocionada y se ve hermosa con ese brillo especial en los ojos, no puedo pedir nada más que verla sonreír de esa forma. Sé que hice bien en traerla, aunque no pueda perdonarme lo otro.

Le tomo varias fotos, en diferentes poses y luego se acerca para quitarme la cámara y tomármelas a mí aunque a mí no me interesa demasiado, si no salgo con ella no sé para que las quiero pero soy demasiado cobarde como para pedírselo. Al final, me obliga a pararme en la mitad del árbol y me toma varias fotos, estoy por caminar nuevamente hacia ella cuando veo que le habla alguien y le pasa la cámara antes de correr hacia donde estoy. Me rodea con un brazo y mira hacia el desconocido, sonriendo.

—Sonríe —me pide, así que eso es lo que hago después de pasar mi brazo por encima de su hombro.

El desconocido nos entrega la cámara y después de darle las gracias, miramos la foto. Es preciosa, tanto que lo único que quiero hacer es llegar a enmarcarla y tenerla en mi habitación para verla todos los días en que sienta que todo esta mal, todos los días que no comparta con ella.

—¡Ahora sí! Debe haber una fila enorme así que será mejor que vayamos enseguida al Everest. Aunque dicen que uno no se aburre en las enormes filas porque siempre hay algo que ver. ¿Te subiste a esa cuando viniste?

—No, era demasiado pequeño. Tengo suerte si es que llegué a subirme a algún Dumbo volador o una alfombra mágica.

—Entonces, estás igual que yo y tendrás que subirte a todas.

—No sé si soy demasiado fanático de las montañas rusas.

—Tendrás que hacerlo, Ginny me hizo prometerle que te obligaría a subir a cada una de ellas.

—Pareciera que es adorable, pero en el fondo es malvada.

Se encoge de hombros y seguimos nuestro camino en silencio, Julie va tomando fotos a todo lo que se le cruza por delante y yo solo tengo ojos para ella aunque de vez en cuando me obligo a mirar a mi alrededor para no parecer un maldito enfermo. Al llegar finalmente a Everest Expedition, el tiempo de espera es de una hora y eso que tenemos un pase para saltarnos un par de filas; el problema es que miles de personas también lo tienen así que se forma una fila enorme de todas formas.

Nos entretenemos viendo las diferentes fotos que cuentan la historia del Everest, los instrumentos que usan los valientes que se atreven a subir en él y la hora se pasa volando. Trago saliva cuando nos acomodamos dentro del carrito y Julie me sonríe.

—¿Tendré que darte la mano ahora yo para que no te dé miedo? —se burla y yo finjo estar ofendido.

—No te pases de lista, Juliette.

No dice nada más, solo suelta una risita que me llena el alma y el carrito comienza a andar. Al principio —como siempre—, todo es tranquilo, parece casi un pasea relajado hasta que comienza a subir y subir y subir... hasta que no queda más y cae a toda velocidad. Creía que lo peor había llegado, pero nuevamente me equivoqué. Los carritos se detienen justo frente a unos eslabones rotos, todos nos quedamos en silencio hasta que de repente, sin previo aviso, el carro comienza a ir a toda velocidad pero esta vez hacia atrás. ¡Hacia atrás! ¡Nadie me advirtió esto!

Julie va gritando pero se nota la felicidad en sus gritos, yo voy gritando porque esta maldita cosa me aterra y si no fuera porque no quiero que se burle más de mí, mantengo los ojos abiertos justo el tiempo necesario para ver aparecer al hombre de las nieves en la oscuridad. ¡Suficiente para mí!

La tortura termina al fin y mi compañera está radiante, llena de energía, la adrenalina le corre por las venas. La verdad, es que yo estoy un poco mareado pero finjo estar casi igual de emocionado.

Pasamos por un puesto en el que te venden una foto que te toman en algún momento y claramente salimos ambos gritando, está muy divertida y sabemos que a todos les encantará cuando volvamos así que no dudamos en comprarla. Nuestro primer recuerdo en Disney.

No sé si es la emoción, la adrenalina acumulada o qué, pero apenas salimos del todo de la atracción, Julie se pega a mí, rodea mi cuello con sus manos y me besa como si fuera lo más normal del mundo. El mareo se me olvida de golpe y solo soy capaz de rodearle la cintura con mis brazos antes de responderle de igual forma. Pienso en aprovechar el momento porque sé que en cualquier minuto se apartará de mí y me pedirá que nunca más vuelva a pasar, aunque haya sido ella la que comenzó.

—Gracias por traerme aquí —dice cuando se aparta unos centímetros, no los suficientes ya que su respiración sigue siendo la mía, sus ojos brillan otra vez—, y por subirte a esa montaña rusa, sé que no disfrutaste ni un momento pero lo hiciste por mí.

—Me subiré a todas las montañas rusas que quieras.

—No tienes que hacerlo, solo... gracias por estar aquí conmigo.

—Yo soy el que debería darte las gracias por venir conmigo, sé que fui un idiota contigo.

—No hablemos de eso, yo también me equivoqué.

—¿Eso qué quiere decir?

—Qué disfrutemos nuestro viaje, ya hablaremos en casa o tal vez antes de dormir, lo que sea más fácil.

—¿Y te puedo seguir besando mientras tanto?

—Todo lo que quieras.

Uno pensaría que me abalancé sobre sus labios pero la verdad, lo único que soy capaz de hacer es abrazarla con todas mis fuerzas. Sé que esto no es del todo una reconciliación pero claramente es un avance y estoy dispuesto a hacer todo lo que esté a mi alcance para que esta maldita pelea que nos distanció quede atrás. Y si eso ya no funciona, al menos me quedaré con los buenos recuerdos de estos maravillosos cinco días que me ayudarán a levantarme todos los días y seguir adelante. 

Cuando llegue tu amor (LCA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora