CAPÍTULO 30

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Derek

Creo que nunca me había sentido tan avergonzado en toda mi vida, ni siquiera sé en qué momento comencé a hablar de eso pero una vez dicho ya no pude detenerme. Contarle todo esto a Julie se me hizo demasiado difícil porque me avergüenza mucho y solo una persona aparte de mí lo sabía, Ayden.

Obviamente, a mi mejor le parecería extraño que después de tanto tiempo no me hubiese acostado con ninguna chica y a pesar de que no dijo nada para burlarse ni parecía juzgarme, sé que en el fondo no lo entendía. ¿Qué digo? Si ni yo lo entendía algunas veces, creí que tenía algún tipo de problema porque todos los chicos de mi edad lo hacían menos yo, si hasta mi hermana menor está embarazada y yo nunca he estado realmente con una chica.

—¿Derek? —el susurro más dulce de la vida interrumpe cualquier pensamiento que haya estado pasando por mi mente en ese momento.

—¿Sí?

—¿Qué te parece si lo intentamos ahora?

Me aparto de golpe de ella para mirarla sorprendido, sin saber si lo que acabo de escuchar significa lo que creo que significa. Creo que en mi cara debe notarse la confusión porque suelta una risita y lleva una mano hasta mi cabello para acariciarlo.

—¿Te refieres a... te refieres a... ? —soy incapaz de terminal la frase porque cuando se trata de ella, el cerebro se me hace papilla.

—Sí, me refiero a eso.

—¿Ahora ya?

—Sí, ahora ya —pone los ojos en blanco por un segundo—. Oye, que si no quieres no te voy a obligar.

Esa frase me hace reaccionar al fin y tomo su cara con ambas manos para besarla con decisión, ella me devuelve el beso con la misma desesperación. Con sus delicadas manos, me acaricia el pecho y baja hasta el dobladillo de la camiseta para comenzar a quitármela.

Me aparto unos centímetros para sacármela por completo y ella aprovecha de hacer lo mismo con la suya antes de volver a presionar sus labios sobre los míos. Continuamos unos minutos más de ese modo, solo besándonos y compartiendo una que otra caricia no demasiado intensa hasta que sin separar su boca de la mía, toma mis manos y las lleva hacia sus pechos. Ya la había tocado en otra ocasión, cuando estuvimos a punto de hacerlo pero ella se arrepintió pero por alguna razón esta vez se siente totalmente diferente. ¿Será porque esta vez nadie puede llegar a interrumpirnos?

Cuando ambos quedamos solo en ropa interior, nos recostamos en la cama, yo encima de ella conteniendo todo mi peso sobre mis brazos para no aplastarla como alguna vez me aconsejó Ayden antes de que le lanzara una almohada para que dejara de hablar. Llevo mis labios hasta su cuello, bajo a su clavícula y luego llego hasta su ombligo antes de volver a su boca. Intento que mis manos estén ocupadas para que no se note que estoy temblando como nunca antes lo había hecho, mis dedos son torpes aunque me alegra notar que los de ella son iguales, ninguno de los dos sabe demasiado de todo esto y supongo que eso lo hace todo un poco más íntimo.

Estoy preparándome mentalmente para lo siguiente que viene cuando sin saber por qué, recuerdo lo último que pensé antes de besarla. Mi hermana está embarazada.

Me aparto de golpe, Julie abre los ojos y me mira confundida, yo me sonrojo más que en toda mi maldita vida.

—¿Qué pasa?

—No tengo... No traje... —niego con la cabeza y me golpeo—. No tengo preservativos.

Se muerde el labio como si estuviera intentando contener la risa y yo me quedo sentado en medio de la cama, medio desnudo y completamente humillado. La observo con detenimiento una vez que no lo soporta más y se larga a reír, lo que provoca que yo también suelte una carcajada desde el fondo de mi alma. La situación parece tan irreal y ella está tan hermosa, tan segura, como si estuviera con un peso menos encima desde que le confesé mi secreto.

—Ve a la tienda de regalos —dice sin poder dejar de reír y yo la vuelvo a mirar como si se le hubiese salido un tornillo.

—¿De verdad crees que en la tienda de regalos venden condones?

Se encoge de hombros antes de sentarse también, con una sonrisa traviesa.

—¿Quién sabe? En una de esas hasta encuentras unos con dibujitos de Mickey Mouse.

—Lo estás disfrutando, lo estás disfrutando mucho —entrecierro los ojos y ella suelta un par de carcajadas más. Me levanto y comienzo a buscar mi ropa tirada en el suelo y mis zapatos—. Voy y vuelvo.

Me comienzo a vestir pero cuando estoy a punto de salir, su voz me detiene.

—Espera, vuelve.

La miro extrañado, aunque de todos modos hago lo que dice y vuelvo a sentarme a su lado. Me besa nuevamente mientras intenta quitarme la camiseta por segunda vez.

—Pero, ¿y los... ?

Se aparta unos centímetros de mí y busca algo en su mesita de noche, cuando me enseña una caja llena de preservativos, doy un silbido y ella se sonroja hasta las orejas.

—Shelley.

—¿Qué?

—Tu hermana los puso en mi maleta hace unos días porque dijo que era suficiente con una embarazada en la familia por ahora —pone los ojos en blanco—. Yo, obviamente los saqué porque no nos hablábamos y porque mi mamá revisaría mi maleta para ver que no se me olvidaba nada pero supongo que Shelley los volvió a poner ahí sin que me diera cuenta.

—Supongo que deberíamos darle las gracias en ese caso.

—Claro.

—Aunque no sean de Mickey Mouse.

—Una lástima.

—Nunca me he puesto uno de esos.

—Yo tampoco.

Reímos como dos locos antes de volver a besarnos nuevamente con un poco de torpeza, ayuda a que me desvista otra vez y yo termino de quitarle las delgadas prendas de ropa interior que nos separan. Sé que ella me desea tanto como la deseo yo y aunque nunca antes había estado con una chica, de alguna forma sé lo que tengo que hacer o al menos la teoría.

Julie asiente una vez más cuando le pregunto por última vez si está segura y comienzo a entrar en ella con toda la delicadeza de la que soy capaz. No puedo evitar detenerme un momento cuando veo una mueca en su cara, esto es más difícil de lo que pensé.

—¿Estás bien? ¿Te estoy haciendo daño? —pregunto, preocupado y ella apoya una de sus manos en mi cara y me mira con ternura.

—Solo es un poco de molestia, dicen que es normal.

—¿Estás segura?

—Sí, sigue por favor.

Todavía sin acostumbrarme a esto, me comienzo a mover un poco más adentro y no dejo de observarla porque siento que está demasiado tensa hasta que unos momentos después, su expresión se relaja y en un susurro pide que vaya un poco más rápido. Eso es exactamente lo que hago y un par de minutos después la siento dejarse llevar a eso que antes era desconocido para nosotros y sin poder contenerme más, la vista se me comienza a nublar y también me abandono a todas esas sensaciones nuevas. ¿Por qué nadie me dijo antes que esto era lo que se sentía hacer el amor con la persona que amas?

Por unos instantes, mis brazos ya no me afirman y todo mi peso queda encima de ella pero no parece importarle, ambos estamos intentando calmar nuestros corazones que laten desbocados. Finalmente, me aparto y caigo a un lado de la cama, sin dejar de observarla con una sonrisa radiante, ella todavía tiene los ojos cerrados y su pecho no deja de subir y bajar con rapidez.

—¿Qué... qué te ha parecido? —le pregunto luego de un rato, cuando soy capaz de pensar en algo más que en lo que acaba de pasar. Apoya su cabeza en mi pecho y la rodeo con mis brazos, creo que no puedo más de la felicidad.

—Bueno, creo que nos falta practicar un poco más para que no nos golpeemos sin querer a cada rato pero aparte de eso —suelta un largo suspiro y vuelve a cerrar los ojos—... Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. 

Cuando llegue tu amor (LCA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora