Capítulo 9 - El vecino

245 24 8
                                    



Sebastian me dejó sola para que me acomodara y yo no pude resistirme a rebuscar en los armarios y cajones. Jamás había tenido tanta ropa, tan buena y de tantos estilos y épocas. Entonces me di cuenta de que llevaba el vestido que me habían dado los sectarios, de modo que me lo cambié por unos vaqueros y una camiseta. No sabía si era adecuado para un palacio, pero, ey, estaba en los cajones.

Después me asomé por la ventana para saber qué más se veía aparte del sauce deprimido. Los sirvientes también se afanaban en los jardines, cuidando de las plantas trepadoras, que se subían a cualquier cosa que se alzara del suelo, enredaderas moradas con manía por poner la zancadilla, rosas rojo sangre con espinas como púas y plantas carnívoras. Literalmente. Me dolió cuando uno de los jardineros perdió un dedo en las fauces de una petunia.

Un golpeteo sobre madera me avisó de que tenía visita. Al girarme me encontré plantado en la puerta a un hombre adulto de nariz estrecha y arqueada y alta frente. Llevaba una levita bien ceñida a su estrecha figura y tenía pinta de ser un poco estirado.

–He oído que ha llegado alguien nuevo –dijo él avanzando un paso hacia el interior de mi nueva habitación–. Soy Niccolo, mi dormitorio se encuentra aquí al lado –señaló hacia la pared de la izquierda.

–Ah... Encantada –balbuceé, no me esperaba que en el Infierno los vecinos saludarían a los nuevos sin pretender comérselos–. Yo soy Caprice –me presenté acercándome para tenderle la mano.

–Oh, Caprice –respondió él sorprendido y me estrechó la mano–. Escribí unos cuantos cuando estaba allí arriba.

Yo me hubiera extrañado por esa contestación si no hubiera estado ya flipando por la mano de dedos de araña de Niccolo, pero es que además estaba unido a un brazo muy largo y flaco. Estaba literalmente estirado. Demasiadas cosas eran literales allí, la verdad.

–Veo que no has tardado en darte cuenta –comentó él y articuló aquellos dedos como palillos–. Espero que no te dé asco, porque por aquí hay... gente con peor aspecto.

–Eh... no, pero... ¿Esto es por... estar aquí?

Niccolo dibujó una sonrisa fina.

–Nací así.

–Oh. Ah. Um... –sopesé echándole otro vistazo evaluador a sus piernas estrechas–. Vale. No sé mucho del mundo, así que no sabía que había gente así.

–Cierto... Eres muy joven –dijo como si le diera un poco de pena–. Si tienes alguna duda más que te pueda resolver...

–Pues sí –contesté de inmediato–. ¿Si te arrancan un dedo, te vuelve a crecer? N-No lo digo porque los tuyos sean... raros –añadí al ver la cara que estaba poniendo él.

–Ah, ya has visto las plantas carnívoras –suspiró con teatral desagrado–. Sí, vuelven a crecer. Si no, ya no podría tocar el violín.

_________________________________

_________________________________

EDIT: Ahora podéis conseguir en Libreteka un PDF con los 100 capítulos aquí publicados (pero revisados para quitar fallos y meter información) + 2 epílogos inéditos (y que seguirán inéditos aquí) http://libreteka.es/es/inicio/35-caprice.html  

CapriceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora