Él boqueó sin saber qué decir. Me apuesto lo que sea a que jamás le habían pedido algo así.
–¿Lo harás? Sí, venga –insté impaciente.
–¿Cómo vas a conseguir un...?
Moví la mano hacia el cristal ultrarreforzado más cercano y lo hice resquebrajarse y estallar. En medio de la conmoción general, de internos corriendo por ahí y cuidadores más locos que ellos, cogí un pedazo de cristal de la forma adecuada y se lo puse en la mano al tipo aquel, que se había quedado tieso de la impresión.
–Tú... podrías... acabar con todos ellos –musitó con la mirada ávida fija en los que representaban el orden en nuestra cárcel.
–Sí, tal vez –acepté con desgana–, pero no es eso lo que quiero. Por favor, envíame a casa –le rogué colocando mi cuello contra el filo del pedazo letal que él sostenía como si nada. Yo no era capaz de cortarme a mí misma.
–No... No sabes el poder que tienes...
Escuché el clic de los seguros antes de que él terminara de balbucear y me aparté por puro instinto. Dos segundos después, mi fascinado interlocutor caía acribillado a dardos tranquilizantes y yo me escabullía a la carrera. Pero me habían dado una idea. Hice estallar todas las cristaleras a mi paso y saltaron incluso con más fuerza. Ahora sé que fue porque todos me estaban mirando, pero eso ya os lo explicaré más adelante.
Me llevé por delante a un fornido cuidador y asalté la mesa tras la que guardaban la medicación. El asesino tenía razón, podía darles una paliza a todos si me movía más rápido que sus dardos, pero en ese momento me interesaba más tragar todas las pastillas y píldoras que pillé. No tenía ni idea de para qué servían, pero esperaba que el exceso me provocara algo más que una indigestión.
No me pude quedar a ver qué pasaba, tuve que seguir corriendo, reventando por el camino la cerradura de la puerta enrejada que nos cerraba el salón comunitario. Derrapé por los pasillos y me deslomé como si quisiera huir de allí, pero lo que de verdad buscaba no era el exterior, sino unas escaleras descendentes hacia unas cálidas llamas y con un cartel de neón rojo que pusiera "Infierno".
Pero, en vez de eso, me empecé a sentir fatal, con ganas de vomitar, pero sin fuerzas ni para respirar. A mi espalda escuchaba cómo me perseguían, así que me metí en la primera estancia que pillé, que resultó ser una oficina, en la que me atrincheré moviendo un escritorio y volcando un armario. No tardaron en llegar los empujones contra la puerta, pero para entonces yo ya estaba sacudiéndome en el suelo con espuma en la boca.
Fue espantoso. En serio, no hagáis nunca algo así. Bueno, teniendo en cuenta los hechos, no sé qué hago yo dando este tipo de consejos...
Derribaron la puerta justito antes de que yo me escurriera hacia la oscuridad más agobiante y desoladora.
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Es pensar en una huida por un psiquiátrico y venirme este videoclip. (Perdón por las imágenes turbias~)
La otra opción era poner la banda sonora de Carros de Fuego XDD
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EDIT: Ahora podéis conseguir en Libreteka un PDF con los 100 capítulos aquí publicados (pero revisados para quitar fallos y meter información) + 2 epílogos inéditos (y que seguirán inéditos aquí) http://libreteka.es/es/inicio/35-caprice.html
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Caprice
خيال (فانتازيا)Caprice nos cuenta con mucho carisma la historia de su vida. Fantasía, humor negro y mucha gente chalada (cambiaré de universo, pero mi estilo se mantiene). En cierto modo también es un historia de terror. En cierto modo. No cuento más p...