Capítulo 99 - Viejos amigos

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Cuando me sentí lo suficientemente segura, acepté actuar en una gran ciudad que había eludido hasta el momento y envié un par de entradas VIP, con pase a camerino, a una dirección que tenía apuntada en un papel. Fue arriesgado, sí, pero tenía ganas de volver a verlo.

Eloy se presentó con Ana después del concierto, cuando yo todavía estaba asimilando la nueva remesa de energía.

–Ey, hola, ¿has recibido mis postales? –le pregunté.

–Muy bonitas. ¿Recibiste tú las mías? –contestó él serio.

–¿Ésas en las que me recuerdas que Eric desapareció del psiquiátrico? Ya te he dicho que no tengo nada que ver.

–¿No? –intervino Ana–. Porque, casualmente, siempre hay cadáveres en extrañas circunstancias en las ciudades en las que tocas.

–Pues claro. Ojalá la gente dejara de matarse cuando estoy de visita en sus ciudades, pero siempre hay alguien que lo fastidia –contesté con todo el descaro.

–Caprice, el día que Eric desapareció, las cámaras fallaron igual que la noche de tu paseo nocturno –aportó Eloy con paciencia.

–Pues, entonces, tratándose de una cárcel para locos peligrosos, tienen un gran problema.

–¿Las invitaciones eran para reírte de nosotros a la cara? –inquirió Ana molesta, le tentaban los nudillos.

–¿Pensabais que eran para daros una confesión? –repliqué recostándome en la silla–. ¿Una confesión de que hago magia? No, gracias, tengo enmarcado mi diploma de loca agradable y no quiero volver a llevar camisa de fuerza. Es mala para las tetas –les confié con un susurro.

–Puedes contarme la verdad, como siempre –respondió Eloy.

–Qué ganas de atormentarte tienes –suspiré–. Pero, en tal caso, te diré que hago lo que sea –las luces parpadearon, porque siempre es un efecto muy resultón– por mis amigos.

–¿Me lo tengo que tomar como una amenaza? –quiso saber él, sin dejarse afectar por la mala calidad de la instalación eléctrica.

–Si vas a por mis escasos amigos, sí, es una amenaza en toda regla. Pero si te consideras mi amigo... –le sonreí–. ¿Un abrazo por los viejos tiempos? –propuse jovial.

Eloy puso los ojos en blanco y me dio un abrazo fraternal. Ana me miró muy mal, seguramente queriendo decirme que si yo iba contra su jefe, ella también tenía amenazas en toda regla para mí. Y una pistola reglamentaria también.

–No te lo tomes a mal, pero preferiría que no volvieras a tocar en mi ciudad –dijo Eloy.

Yo me lo pensé. A Eric no le gustaría, pero comprendía que Eloy no quisiera encontrarse con nuestros despojos de comida.

–Entonces encargaos vosotros de estos deliciosos monstruos –propuse tendiéndole la lista de restaurantes de la zona.

La pareja de policías se quedó entre atónita y cabreada cuando vio que les estaba diciendo cuáles podrían haber sido nuestras próximas víctimas, pero como no tenían pruebas que me incriminaran en ninguna muerte y aquello no era más que una lista de la compra con nombres de cuatro personas sin aparente conexión entre sí... tuvieron que marcharse en buenos términos.

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Uyyyyy, de la que se ha librado esa peña mala. No tienen ni idea.

Esta canción va para esos restaurantes y tentempiés nocturnos (?)

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