Tuve que elegir vestido entre demasiadas opciones. Yo nunca había estado en un acto elegante, sólo en los cumpleaños y fiestas del orfanato, con guirnaldas de papel, una tarta para todos y una camiseta nueva como ropa de gala. Así que dejé la elección de mi modelito en manos de quien se interesase, lo que provocó que Hilde, Lyn y los Mapaches discutieran sobre qué me tenía que poner. La Santa quería taparme de pies a cabeza, como ella; la muchacha pretendía ponerme un vaporoso vestido de flores, igual que ella; y los locos insistían en que fuera como la virgen sacrificada que era, con un vestido blanco pringado de sangre. Robert y Niccolo prefirieron no opinar, suficiente tenían eligiendo su propio traje. Para colmo, la Duquesa vino a decirme que por qué no optaba por vestirme como lo haría un chico de mi edad, con una diminuta pajarita o corbata. Aquello empeoró la discusión y yo supe que la Jefa lo había hecho a propósito al captar su sonrisilla torcida antes de salir de mi cuarto.
Finalmente me puse un recatado vestido blanco impoluto y unas flores en el pelo trenzado, lo que más o menos contentó a todos. Y los Mapaches cuchichearon que siempre podían echarme encima un cubo de sangre como en no sé qué película.
No me despegué mucho de Hilde, que se había vestido con una túnica negra con un cordón de mismo color en torno a la cintura, y sobrios bordados dorados en cuello y mangas como todo lujo. La acompañé en la última comprobación de que todo estuviera dispuesto antes de que llegara la Emperatriz.
En ausencia de la Duquesa y Sebastian, todos los condenados obedecían a Hilde sin dudar y con profundo respeto. Era impresionante. Y más me impresionó cuando llegaron demonios, todos duques y condes, de artes como la danza y la gastronomía, también necesarios para la fiesta, y acordaron con Hilde los detalles para coordinarse. El joven demonio de la danza estaba estaba entusiasmado con que sus condenados ensayaran con los condenados de nuestro castillo. Por otro lado, la regordeta demonio de la comida quería hacer entrar un ejército de portadores de miles de bandejas. Y Hilde lo organizó todo con mano de hierro enguantada de seda, sin despeinarse y sin pegar ni un solo grito.
–¿Cómo consigues que te hagan caso hasta los demonios? –le pregunté a Hilde en cuanto tuvimos un momento relativamente tranquilo.
–Con la educación que trato de trasmitirte –contestó mientras controlaba con ojos severos que los bailarines y músicos no entorpecieran a los cocineros–. Además, el Secretario de la Duquesa nos vigila.
–Ya, pero ellos no han mirado a Sebastian ni una vez. Sólo te miraban y te hacían caso a ti.
Hilde se permitió una sutil sonrisa orgullosa.
–La educación que pretendo darte es una poderosa arma –contestó confidente–. Y ahora vayamos a asegurarnos de que los nuestros estén preparados.
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Caprice
FantasyCaprice nos cuenta con mucho carisma la historia de su vida. Fantasía, humor negro y mucha gente chalada (cambiaré de universo, pero mi estilo se mantiene). En cierto modo también es un historia de terror. En cierto modo. No cuento más p...