Capítulo 34 - Otra fiesta verdadera

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Hilde me llevó con ella al comedor, ya que decía que, aunque los músicos condenados estaban advertidos de lo que les ocurrirían si me tocaban, no se fiaba de los demás asistentes a la fiesta. Por lo que me senté a su lado, lo que resultó abrumador.

En vez de nuestra enorme mesa, había nada menos que once, y en la cabecera de la central se sentaron la Emperatriz y la Duquesa, Sebastian a mano izquierda de la segunda y, no muy lejos de allí, Hilde, y por tanto yo también.

La comida y la bebida se multiplicaron también por once y había cosas rarísimas, y eso lo dice alguien que ya se había acostumbrado a las jarras que entrababan en erupción cada cierto tiempo. Estando tan cerca de la Emperatriz, di gracias a que mi tutora me hubiera enseñado modales.

–Y bien, Hilde –pronunció de repente la Soberana–, ¿todavía no te han salido los cuernos? –preguntó socarrona.

–No, Señora –contestó la mujer muy seria y digna.

–No los necesita para llevar mi palacio con mano firme –intervino divertida la Duquesa.

Yo me quedé mosca, preguntándome a qué había venido aquello, pero no me atreví a preguntar. Además, entre el primer y segundo plato, entraron en acción un grupo de impetuosos bailarines acróbatas y, viendo lo que eran capaces de hacer, estaba claro a cambio de qué había vendido el alma.

Después hubo más actuaciones, como malabaristas, sensuales bailarinas o el bello solo de guitarra de Robert. Por el aplauso que recibió por parte de la Emperatriz, asumí que, aunque no la había entusiasmado, al menos no habría un siglo de torturas indescriptibles para él.

Cuando llegó el turno de Hilde, me dejó a cargo de Niccolo y no necesitó efectuar ninguna amenaza verbal o gestual, bastó con clavarle una breve mirada severa para que el violinista supiera que ella misma le rompería los dedos si a mí me ocurría algo. Tras demostrar que no necesitaba tener cuernos para meter miedo a otros condenados, cogió una estrecha y alargada guitarra y fue a sentarse en el espacio vacío central, a pocos metros de la Emperatriz.

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