Capítulo 42 - Travesía por tierras inhóspitas

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 –Ese tipo de manifestaciones... sólo pueden hacerlas demonios... Los condenados no deberíamos... ser tan poderosos –explicó Hilde con los ojos cerrados, tumbada en el tresillo.

–Pero tú...

–Supongo que tienes razón... Caprice, y no falta mucho... para convertirme en una de ellos... –reconoció con un suspiro.

–Estás como transparente –me alarmé yo, tocándole el brazo con cautela, por si la traspasaba.

–He gastado mucha energía... No soy tan poderosa...

–¡¿Vas a desaparecer?!

–Por supuesto que no... ¿Pero recuerdas que Niccolo quería... que tocaras sus obras?

–¿Si toco algo tuyo, te pondrás bien? –propuse esperanzada.

–Sólo me darías tú energía... Necesito que toquen en la Tierra... frente a un público.

–¿Y cómo conseguimos eso? –pregunté, deseosa de ayudar.

–La Duquesa...

–¡Vamos a buscarla! –la animé, tirando de Hilde para ponerla en pie.

–Vale... pero ten mucho cuidado.

Haciendo de pilar de apoyo para mi tutora, salimos de la habitación oculta, dejando a mi cuerpo terrenal al otro lado del espejo, donde no se atrevía a aparecer nadie más. Los primeros pasillo los encontramos vacíos y tranquilos, pero, según avanzábamos hacia los aposentos de la Duquesa, se empezaron a escuchar unos ruidos muy raros.

–Vista al frente –me ordenó Hilde–, ni se te ocurra mirar dentro de las habitaciones.

Aun así, yo tuve que echar un vistazo a la derecha y pillé justo el momento en el que un terrible demonio perdía a las cartas y, después de bramar un poco por sus tres cabezas, se arrancaba de cuajo un cuerno y lo dejaba sobre la mesa de juego. Estoy segura de que en aquella fiesta se hicieron cosas mucho peores que atentarían contra la integridad de los condenados, la cordura general y el decoro, pero yo tuve suficiente con averiguar lo que era el Póquer Desmembrado.

Conseguimos llegar a lo alto de una torre, esquivando peleas, conciertos improvisados y escenas lujuriosas (y sospecho que de lo que más pretendía protegerme Hilde era de lo último). Llamamos a unos portones de oro, que se abrieron unos segundos después. Alcancé a ver un pedazo de torso masculino desnudo antes de que la mano de mi tutora me tapara los ojos.

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