–Señor –saludó Niccolo haciendo una reverencia.
Yo los miré alternativamente, ¿hacía falta ser tan respetuoso con Sebastian?
–¿Cómo se puede estar no exactamente muerta? Si me han clavado un cuchillo en las tripas –exclamé llevándome una mano a la zona que, en el mundo de los vivos, había quedado como un plato de boloñesa.
–Ven, te lo mostraré –prometió el demonio haciéndome un gesto para que lo siguiera–. Y, Niccolo, ve a limpiar el estanque.
–Sí, Señor –aceptó servicial, aunque algo tembloroso. A saber qué habitaba en el estanque.
Fui detrás del demonio por los pasillos y acabamos en una salita del té, con butacas de piel negra, estanterías forradas de libros y un gran espejo presidiendo la estancia.
–Siéntate –me ordenó Sebastian señalándome una de las butacas y el fue a toquitear el espejo, que pasó de devolvernos nuestro reflejo a mostrar una escena bien diferente–. ¿Reconoces el lugar? –me preguntó sentándose a mi lado.
Yo fruncí el ceño y entrecerré los ojos. Sí, conocía el lugar, aunque no había pasado en él mucho tiempo.
–Es el comedor de la casa de... los que me adoptaron –respondí algo molesta, ya había asumido que no podía seguir llamándolos "padres".
Sebastian asintió y dedicó su atención a la escena del espejo, así que yo hice lo mismo. En la gran mesa del comedor estaban sentados todos los que pude ver en las horas previas a la fiesta. Estaba la pareja que me había adoptado, estaba la señora de las perlas y, lo más perturbador era que, en la cabecera, estaba yo. O al menos mi cuerpo.
–¿Está...? ¿Tiene...? –balbuceé impactada, viéndome comer algo que parecía un montón de carne con formas sospechosas.
–El Amo está en tu cuerpo, sí –contestó Sebastian–. Por eso no se puede decir que estés del todo muerta.
–Pero yo estoy aquí...
–Que te hubieras quedado en tu cuerpo hubiera sido más doloroso, créeme. Un cuerpo con múltiples personalidades es un caos –explicó amablemente.
–¿Y... me lo va a devolver? –pregunté insegura, la verdad era que ya me había hecho a la idea de que estaba muerta para siempre.
–Eso depende de del Amo.
Pues iba apañada, pensé yo, si tenía que fiarme de un demonio. Y, como si nos hubiera escuchado, mi cuerpo se volvió hacia el espejo y sonrió. Era estremecedor, porque era yo, pero con una mueca malévola y unos ojos color arena de un brillo sobrenatural. Nos guiñó y siguió a lo suyo en el mundo de los vivos.
–¿Qué es lo que está comiendo? –musité sin saber si quería saberlo.
–No te preocupes, no es más que escenografía.
–¿Eso... qué parte del animal es?
–Me refiero a que es teatro. Por las apariencias –se esforzó en aclararme–. Lo que quiero decir es que eso bien podría comerlo un humano.
–¿Y podría comer cosas que los humanos no...?
–Depende del Amo –repitió como esquiva respuesta.
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Caprice
FantasyCaprice nos cuenta con mucho carisma la historia de su vida. Fantasía, humor negro y mucha gente chalada (cambiaré de universo, pero mi estilo se mantiene). En cierto modo también es un historia de terror. En cierto modo. No cuento más p...