Capítulo 13 - Dudas humanas

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El demonio pelirrojo me acompañó de vuelta a mi habitación, lo que me vino bien, porque me llevó un tiempo aprenderme el palacio para poder aventurarme yo sola.

–Sebastian... ¿por qué no tengo miedo? –cuestioné mientras observaba por una ventana un campo de espigas rojas creciendo sobre terreno granate. Aunque, si se miraba con atención, se veía que en realidad lo que se ondulaba al viento era un campo de cuchillas.

–¿Eso no deberías saberlo tú? –contestó él.

–Estoy en el Infierno...

–En una de las mejores zonas.

–Y tú eres un demonio...

–Para nada amenazador –contestó socarrón–. ¿Por qué ibas a tenerme miedo? Ya te he dicho que eres la invitada del Duque.

–Ya, pero me habían prometido que el Infierno sería tan malo...

–Ya te he dicho que estás en una buena zona.

Asentí, pese a que eso no me resolviera la duda de por qué no sentía miedo de un lugar nuevo plagado de cosas muy raras.

–¿Y estás usando alguna ilusión por mí? –continué, decidida a averiguar a qué atenerme en mi nuevo hogar.

–¿A qué te refieres? –respondió Sebastian suspicaz.

–¿O tú eres... así? –añadí insegura, tampoco quería ofender.

–¿Crees que en realidad tengo cien ojos y pinzas de crustáceo y que he conjurado una ilusión para que no te asustes? –planteó burlón.

–No sé... Yo pregunto... –murmuré incómoda.

–¿Y si así fuera, me dirías que la quitara? ¿Podrías mirarme? –interrogó inclinándose hacia mí y su pelo rojo onduló como si tuvieran vida propia, al mismo tiempo que sus labios parecían esconder una miriada de dientes puntiagudos.

–Bueno... es tu casa... A mí me molestaba cuando venían visitas al orfanato y teníamos que vestirnos mejor, con ropa incómoda. Yo quería ir en pijama. Así que si tú quieres ir con tu cara de verdad... –argumenté luchando por no apartar los ojos de ella, por muchos detalles inquietantes que tuviera.

Sebastian soltó una carcajada, se incorporó y volvió a parecer agradablemente humano.

–Soy así realmente. ¿Te han dicho que los demonios somos feos?

–Sí... –confesé avergonzada. Al menos su risa no había sonado peligrosa.

–Los hay con sus más y sus menos, pero somos ángeles caídos, cómo vamos a ser horribles –exclamó divertido y siguió adelante.

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