–Lo siento, no podemos saber si ella era así antes o si ha sido a causa de lo que esos desgraciados hayan podido hacerle –se disculpó otro de los médicos.
Ahora yo necesitaba saber qué les pasaba a mis ojos. ¡A ver si Agarés me los había dejado dorados! Me bajé de la cama como pude y, apoyada en todo lo que pillaba y medio arrastrándome, fui al baño.
–Lo que sí que es seguro es que es muy sensible a la luz –añadió otro desde el pasillo y fue escuchar yo eso, darle al interruptor y dejarme ciega–. Y muy friolera.
–Es muy posible que esa gente la tuviera encerrada a oscuras mucho tiempo –inventó otra voz femenina, sin darle explicación a que me gustara el clima tropical del Infierno.
Yo apagué la luz y, valiéndome de la que pasaba desde la otra estancia, me acerqué al espejo a mirarme. No, no tenía los ojos dorados, pero, si os acordáis, antes he dicho que los tenía marrón verdosos, pero ahora, como podéis ver, son de un verde muy clarito, cristalino, como lavados con lejía y muy poco naturales.
–¿Y lo de que tenga canas? –continuó el policía.
Porque sí, aquí están, saliendo de mis sienes y algo más arriba.
–Eso es más normal –contestó la médico allá en el pasillo–. No es la primera vez que a alguien le aparecen canas de forma prematura a causa de un suceso muy traumático. Es una pena que a su edad...
–¿Cómo de traumático? –quiso saber el agente.
–Bueno... no hemos podido hablar con ella más de lo que usted ha hecho, pero, teniendo en cuenta cómo tiene el cuerpo...
Al oír aquello, me apresuré a quitarme el pijama cutre con el que me habían vestido en el hospital. La cicatriz del tajo que me convirtió en boloñesa y llamó a Agarés ya me la esperaba, pero tenía unas cuantas marcas circulares más.
–¿La han torturado? –se preocupó el policía.
–No estamos seguros... –reconoció un médico–. No son las marcas típicas de tortura, es más como si...
–La hubieran tiroteado hace meses, dado el grado de cicatrización –terminó la médico.
Yo estaba tocándome las cicatrices circules cuando, durante un instante, me vi a mí misma, cuchillo en mano, saltando sobre uno de los sectarios, que se defendió con una pistola. Noté las punzadas de los balazos y el calor de la sangre ajena en las manos, y, por primera vez desde mi regreso, emití un sonido con la garganta: un chillido maldiciendo a Agarés.
____________________________________
____________________________________
EDIT: Ahora podéis conseguir en Libreteka un PDF con los 100 capítulos aquí publicados (pero revisados para quitar fallos y meter información) + 2 epílogos inéditos (y que seguirán inéditos aquí) http://libreteka.es/es/inicio/35-caprice.html
ESTÁS LEYENDO
Caprice
FantasíaCaprice nos cuenta con mucho carisma la historia de su vida. Fantasía, humor negro y mucha gente chalada (cambiaré de universo, pero mi estilo se mantiene). En cierto modo también es un historia de terror. En cierto modo. No cuento más p...