La gente, demonios y condenados, fueron llegando en oleadas de centenares procedentes de todos los confines del Infierno. Ya sé que el Tiempo y el Espacio es relativo allí, pero, sinceramente, no concibo cómo pudo entrar tanta gente en el palacio sin que nadie se cayera al Pozo sin Fondo. Aunque, ahora que lo pienso, más de un borracho...
Bueno, a lo que iba. Cuando el palacio estaba a rebosar, unas siniestras campanadas precedieron la apertura de los portones de la entrada principal. Lo que me llamó la atención, porque habían estado abiertos de par en par para que entraran los fiesteros. Pero la Emperatriz tenía que hacerse notar y que su entrada no pasara desapercibida ni para los del fondo. La Soberana era una joven de piel pálida entallada en un provocativo vestido violeta con bordados negros, tenía el pelo azabache largo y liso, y los ojos a juego con el vestido y maquillados como una carbonera. Iba engalanada con multitud de joyas en dedos, muñecas, brazos, cuello y en la pierna que asomaba por el corte de su traje. Por supuesto, portaba una impresionante corona de agujas de oro, diamantes, ópalos y ágatas. La multitud allí reunida hincó una rodilla en el suelo y bajó la cabeza ante la Emperatriz, por lo que, por si acaso, los imité. Y fue entonces cuando me di cuenta de que Hilde se había limitado a doblarse en una reverencia. Esa señora es alucinante.
La Emperatriz entró acompañada por una corte de hombres trajeados de negro, parecían guardaespaldas elegidos ante todo por su atractivo físico, y otros tantos cuervos que fueron a posarse en las barandillas. Al mismo tiempo, seguramente para competir, la Duquesa hizo acto de presencia en lo alto de la escalinata, radiante en un vestido dorado y negro y el pelo rubio recogido en un moño por detrás y suelto en tirabuzones por delante. Su aparición fue acompañada de un coro de violines bastante épico.
Ambas mujeres se aproximaron entre sí destacándose entre los arrodillados.
–Majestad –saludó la Duquesa con una graciosa genuflexión.
–Diablos, te prefiero de hombre, estás más sexy –fue la fastidiada contestación de la Emperatriz.
La Duquesa, lejos de disculparse, hizo un gesto para que la música comenzara en serio y después ofreció su brazo a la Emperatriz para dirigirse al banquete.
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Caprice
FantasyCaprice nos cuenta con mucho carisma la historia de su vida. Fantasía, humor negro y mucha gente chalada (cambiaré de universo, pero mi estilo se mantiene). En cierto modo también es un historia de terror. En cierto modo. No cuento más p...